En el marco de la FIMA 2018, ayer tuvo lugar la III Jornada práctica de Agricultura de Precisión organizada por la AGPME-ITAGA bajo el título ‘Nuevas herramientas: Edición genética, rizomas y GPS’. Expertos analizaron las herramientas que ofrece la tecnología CRISPR, cómo funcionan, qué ventajas tienen, así como su situación legal. En la inauguración del evento, José Luis Romeo (Presidente AGPME-ITAGA) resaltó la importancia de que las CRISPR no sean reguladas como organismos modificados genéticamente (OMGs) ya que “sería un desastre para la biotecnología europea y para nuestra agricultura y ganadería” y haría imposible su uso.

Resaltó que la regulación europea de OMGs es “tremendamente compleja y cara, años de pruebas y estudios que suponen invertir más de 90 millones de euros por cada nueva variedad”, cifras que sólo se pueden permitir las multinacionales. Los grupos de investigación públicos tienen que vender la patente de sus descubrimientos a empresas internacionales porque no pueden hacer frente a los gastos que implica seguir todos los procesos legales establecidos en la Unión Europea (UE). Una situación que no ocurre fuera del marco comunitario.

TECNOLOGÍAS CRISPR

Jordi García Mas (IRTA, Centro de Investigación Agrigenómica UAB) arrancó su exposición aclarando que las especies antes de ser domesticadas no tenían nada que ver con como las conocemos hoy. “El proceso humano de selección y domesticación ha hecho que hayamos llegados a variedades modernas” como las conocemos hoy, explicó. Selección y domesticación que ha desencadenado en una pérdida de variabilidad genética, una variabilidad que podemos recuperar a través de tres vías: buscando variabilidad dentro de la propia especie, a través de especies cercanas compatibles, o creando una nueva variación a través de forma inducida, con transgénesis (OMGs) o con edición genética. Éstas últimas “son las técnicas más precisas y rápidas”.

“Los OMGs son organismos modificados genéticamente a los que se le introduce un nuevo gen que confiere una nueva característica a la planta (…) Las plantas transgénicas se usan día a día en investigación vegetal como herramienta para estudiar la función de los genes”, explicó el científico. “La tecnología ha ido mejorando y ahora tenemos nuevas herramientas más precisas, seguras y rápidas, como es el caso de las CRISPR”, afirmó Jordi García Mas.

Sobre las técnicas de edición genética, la tercera de las vías para recuperar variabilidad genética, explicó que hay tres técnicas principales: Zinc Finger Nucleases (ZFN), las TALENs y las CRISPR/Cas. Las dos primeras son costosas y lentas, pero las CRISPR/Cas han supuesto una revolución en investigación por su precisión, seguridad y rapidez. Resaltó que “el sistema es sencillo y versátil” y que a través de estas técnicas “obtenemos plantas que no son transgénicas pese a estar editadas”.

REGULACIÓN EUROPEA

El potencial de las tecnologías CRISPR es incuestionable, así como su seguridad, pero existe incertidumbre sobre la regulación que se le aplicará en la UE. Existe el temor de que se le aplique la misma regulación que a los OMGs haciendo inviable tanto la investigación como su aplicación en el marco comunitario. Pedro Narro (Public Affairs Manager Europabio) resaltó que “en la UE las decisiones políticas no siempre siguen a la ciencia, algo alarmante para el sector agrícola ya que para la innovación agraria la regulación es clave y puede acabar con el futuro de determinados sectores”.

Reconoció que el debate sobre las tecnologías CRISPR es igual al que tuvimos hace 30 años en torno a los OMGs. Con los transgénicos la desinformación nos llevó al principio de precaución, en base al miedo miedo y dejando de lado las evidencias científicas. Además se legisló para frenar esta tecnología, ya que la forma de legislar genera confianza o desconfianza. “Las nuevas técnicas de mejora genética están en un limbo jurídico en la UE” afectada por una situación bipolar: “por un lado están los científicos y los agricultores que ven estas técnicas como parte de la evolución, pero en el otro lado están las organizaciones ecologistas y parte de los consumidores que, pese a las evidencias científicas que lo desmienten, afirman que estas técnicas son inseguras”.

En esta línea quiso dejar claro que si la UE opta por extender la normativa de OMGs a las nuevas técnicas de mejora genética supondría un golpe para las PYMES (un lujo al alcance de pocos), los centros públicos de investigación (privados de herramientas clave), y para los agricultores (menos soluciones para luchar contra plagas y enfermedades). Además, supondría una fuerte erosión de la competitividad, una menor diversificación del sector, éxodo de las empresas innovadoras fuera de la UE, y menos herramientas para conseguir la sostenibilidad agraria.

Para concluir, Pedro Narro da unas recomendaciones a los legisladores europeos respecto a la normativa que debe regular la innovación en la obtención de plantas. “Las políticas gubernamentales deben estar basadas en ciencia (correcta información científica en la base de la decisión), deben ser proporcionales (a mayor riesgo, mayor carga regulatoria), no deben ser discriminatorias (idénticos productos no se pueden regular de forma diferente), deben ser predecibles (si se cumplen los requisitos la autorización debería ser automática), y deben ser ejecutables y con sentido común (las plantas editadas genéticamente, en general, no se pueden distinguir de las alteraciones que ocurren de forma espontánea).

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