Ayer dio comienzo en Madrid la séptima edición del curso ‘Biotecnología Elemental’, un curso destinado formadores de futuros universitarios que un año más ha confirmado su éxito con más de 35 asistentes que participarán hasta el jueves en las clases teórico-prácticas incluidas en el programa. El curso, organizado por el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa abrió su programa analizando la realidad de la biotecnología agraria a nivel nacional e internacional.

José Antonio López Guerrero, profesor Titular de Microbiología de la Universidad Autónoma de Madrid, y Soledad de Juan, directora de la Fundación Antama, fueron los encargados de abordar la situación de esta tecnología y el aislamiento en el que se ha sumido la Unión Europea impidiendo a sus agricultores sembrar las semillas cuya producción después importa. Los agricultores europeos no pueden competir en condiciones de igualdad viendo cómo sus competidores pueden usar más herramientas para hacer frente a los fuertes retos a los que se enfrenta la agricultura.

“En la Unión Europea estamos perdiendo todos los trenes para impulsar el sector agrario en base a argumentos ideológicos y no a evidencias científicas”, criticó José Antonio López Guerrero. En esta línea señaló la incongruencia de que casi la totalidad de la soja que importa la Unión Europea sea biotecnológica mientras en sus fronteras impide a sus agricultores sembrar dichas variedades.

Soledad de Juan resaltó que “en la biotecnología agraria nos encontramos con un problema político e ideológico en el que la presión ecologista está frenando su progreso en base a intereses particulares sin argumentación científica que lo justifique”. En esta línea destacó que a día de hoy la biotecnología agraria ya no es novedosa ni alberga dudas sobre su seguridad, es algo por lo que el mundo lleva apostando muchos años sin que se haya dado ni un solo riesgo para el medio ambiente o el ser humano.

José Antonio López Guerrero reconoció que existe un problema de comunicación ya que la sociedad no tiene toda la información necesaria para poder discernir entre lo que es ciencia y lo que no lo es. En esta línea, criticó el último del francés Gilles-Eric Seralini que “no cumplía los estándares estadísticos y que había seleccionado para el estudio una cepa de rata propicia a sufrir tumores”. Un informe que costó tres millones de dólares y que fue difundido a los medios antes de que fuera publicado en ninguna revista científica por lo tanto sin haber sido validado científicamente. El documento fue rechazado por la comunidad científica internacional pero sus resultados manipulados ya habían llegado a medio mundo.

Por su parte, Soledad de Juan demandó “sentido común” en la Unión Europea y una apuesta firme “por todas las tecnologías que tenemos a mano cuya seguridad está demostrada científicamente”. “La biotecnología agraria es una tecnología totalmente segura que no podemos atacar con argumentos ideológicos”, concluyó.

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