La incongruencia europea frente a la Biotecnología no deja de sorprendernos. Pese a llevar años prohibiendo el cultivo de variedades transgénicas (salvo el cultivo de maíz Bt, que se da actualmente en España y Portugal), permite la importación de más de 100 variedades transgénicas. El sector agrario europeo  rechazan esta postura, ven cómo se les prohíbe sembrar unas semillas cuya producción después entra en nuestro mercado a competir en igualdad de condiciones. Los agricultores no entienden por qué son variedades seguras para su cultivo fuera de Europa pero no dentro.

Uno de los ejemplos más señalados es la del algodón. En la Unión Europea está prohibido el cultivo de cualquier algodón biotecnológico, pese a que agricultores europeos (especialmente españoles) llevan años pidiendo acceso a estas variedades para rescatar este cultivo. Pese a su prohibición de cultivo, la Unión Europea importa su algodón de países donde prácticamente toda la producción es transgénica. El uso más sonado de este algodón transgénico importado es el de la elaboración de los billetes de euro.

Pese a que otras monedas usan para la elaboración de sus billetes materias muy diversas, los billetes de euro están hechos totalmente con algodón, consiguiendo una mayor durabilidad y una mayor dificultad para la falsificación. El Banco Central Europeo (BCE) importa casi la totalidad del algodón que utiliza para la elaboración de billetes de los Estados Unidos, país en el que prácticamente el 100% del algodón es a día de hoy transgénico.

La Unión Europea mantiene desde hace años un doble rasero ante los transgénicos, impidiendo su cultivo pero aprobando la importación de numerosas variedades, impidiendo así a sus agricultores competir en igualdad de condiciones en un mundo cada vez más globalizado. El sector agroalimentario ha dado esta batalla por perdida, pero ahora lucha activamente porque no pase lo mismo con las nuevas técnicas de edición genética, esperando que la Unión Europea permita utilizar en su territorio las mismas tecnologías cuyas producciones después sí permite traer a Europa.

Para hacernos una idea de lo que implica para el sector no poder acceder a cultivos como el del algodón transgénicos, conviene mirar el caso de la India. Desde que se introdujo este cultivo en 2002, la India ha pasado de ser importador de dicha materia a ser el segundo país exportador de algodón del mundo. Con un incremento productivo del 70% desde 2002, el cultivo de algodón transgénico ha supuesto el ahorro de 20.000 toneladas de plaguicidas. La superficie cultivada con algodón se ha incrementado un 40% y la producción ha crecido un 57% respecto a la obtenida con semillas convencionales.

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