El pasado lunes se celebró en El Salobral, pedanía del municipio de Albacete, una jornada en la que UPA-Albacete informó a sus asociados de la realidad de los cultivos biotecnológicos en el mundo. Un encuentro en el que se analizó esta tecnología desde un punto de vista científico y en la que se defendió en todo momento la libertad del agricultor para decidir qué semillas cultivar en sus tierras: convencionales, ecológicas o biotecnológicas.

Para analizar la realidad de esta tecnología se contó con la presencia de Miguel Barnuevo, agricultor de la comarca miembro de la Asociación PRObio, y Soledad de Juan, directora de la Fundación Antama. Miguel Barnuevo contó su experiencia en el cultivo de estas semillas y Soledad de Juan presentó los datos nacionales e internacionales de apuesta por esta aplicación tecnológica. Ambos criticaron la desigualdad a la que se enfrentan los agricultores europeos al no poder acceder a semillas biotecnológicas a las que acceden sus competidores.

Miguel Barnuevo recordó que la actividad agraria es cada vez más complicada ya que “la Unión Europea prohíbe materias activas cada mes dejándonos sin herramientas para cultivar”. Ante estos retos los cultivos biotecnológicos son clave ya que permiten realizar una agricultura más sostenible. “Con el cultivo de maíz transgénico se mejora la seguridad de la cosecha y se aumenta el rendimiento al reducir las pérdidas”, explicó el agricultor.

En esta línea criticó que la posición contradictoria de determinados grupos sociales que rechazan la aplicación de la biotecnología en la agricultura pero no en otros sectores. “La insulina es transgénica y ahí no hay problemas, pero cuando hablamos de agricultura la gente empieza a poner pegas”, señaló. El rechazo europeo a esta aplicación está haciendo que la agricultura europea sea cada vez menos competitiva y que se dependa cada vez más de las importaciones.

“Cultivos como el algodón es imposible ya en España, tienes que usar tantos insecticidas que se te disparan los precios, es impensable. Esta situación cambiaría radicalmente si pudiéramos apostar por el algodón transgénico”, demandó Miguel Barnuevo. Además, quiso recordar que “desde que nació la agricultura el hombre empezó a modificar las semillas, lo único que se ha hecho con la biotecnología es mejorar la técnica”.

Soledad de Juan criticó que la Unión Europea se esté dejando llevar por intereses particulares de determinados países como Francia o Alemania que se oponen a la biotecnología agraria sin ninguna evidencia científica que lo justifique. “La prohibición de Francia fue rechazada primero por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) que no encontró riesgo alguno que justificara dicha decisión y después por el Tribunal de Justicia Europeo y Francés que declararon esta prohibición ilegal”, resaltó.

Para terminar, Soledad de Juan pidió que las decisiones sobre organismos modificados genéticamente en la Unión Europea se tomen en base a argumentos científicos y no a intereses económicos, para que así los agricultores puedan competir en condiciones de igualdad a nivel nacional e internacional.

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