La coexistencia entre distintos tipos de cultivo no es algo nuevo en la agricultura. Pese a que a día de hoy no exista una normativa específica que lo regule, los agricultores siguen unos procedimientos que garantizan la mínima influencia entre cultivos y que aseguran una pureza aceptable del producto. Estas normas establecidas y respetadas por los propios agricultores permiten que cada productor pueda elegir libremente la semilla que quiere cultivar, ya sea transgénica o convencional, sin que se den problemas de coexistencia mayores que los que se producen entre variedades convencionales o relacionadas con otras actividades agrarias.

La propia Comisión Europea explica que, aunque no exista una ley que regule esta área, la coexistencia es algo que se lleva produciendo desde los orígenes de la agricultura y puede “lograrse un respeto utilizando medidas adecuadas que se adapten bien a las diferentes condiciones locales de las regiones”. A día de hoy, los agricultores se valen de prácticas y medidas basadas en la cooperación manteniendo unas mínimas distancias de aislamiento, estableciendo diferentes fechas de floración o con barreras protectoras de polen cuando son necesarias.

No se puede dejar de lado que la agricultura se desarrolla en un medio abierto, y es prácticamente imposible conseguir un producto completamente puro que no haya sido influenciado por la gran variedad de especies vegetales que cubren los campos. En el caso de las plantas transgénicas, y aunque las nuevas variedades son iguales a las convencionales en una proporción superior al 99,99%, esta tolerancia de influencia ha sido establecida en un 0,9%, umbral a partir de la cual es obligatorio el etiquetado, según se establece en el Artículo 7 del Reglamento CE 1820/2003.

Este umbral es más estricto que el que se requiere en otros casos como la presencia de alcohol (nocivo en grandes cantidades y prohibido por algunas religiones) en bebidas no alcohólicas cuando el contenido es inferior al 1,2% o en la “contaminación” de los productos ecológicos con menos del 5% de ingredientes no ecológicos. Este tipo de normativas, completamente diferentes a las relativas a la seguridad y calidad del alimento, permiten al ciudadano elegir con libertad el producto que quiere consumir.

Estos datos dejan a la vista la desigualdad de tolerancia a la que someten los productos transgénicos. Mientras que la influencia permitida de una semilla modificada genéticamente no llega al 1%, los productos ecológicos pueden contener hasta un 5% de ingredientes no ecológicos.

En Julio de 2003, la Comisión Europea publicó una serie de directrices sobre la coexistencia de cultivos convencionales y transgénicos basadas en el principio de garantizar la libertad del agricultor a la hora de elegir las semillas que quiere cultivar y del consumidor a la hora de comprar uno u otro producto. Estas directrices aconsejan al agricultor seguir las mejores prácticas agrícolas responsabilizándose de la calidad de sus cultivos, eligiendo las prácticas que mejor se ajusten a sus sistemas agrícolas y sus regiones, y ha sido la base de unas Buenas Prácticas Agrícolas que son difundidas por las empresas en cada saco de semillas.

La coexistencia es posible y, aunque ahora esté de moda hablar de ella, lleva produciéndose en los campos de todo el mundo desde los comienzos de la agricultura.

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