Estados Unidos es el país con más superficie cultivada con semillas modificadas genéticamente de todo el mundo. En 2013 la superficie cultivada con estas variedades superó los 70 millones de hectáreas en el país, representando el 40% del total de semillas transgénicas sembradas a nivel global. Una apuesta firme y sostenida que ha sido analizada por el Servicio Exterior de Agricultura del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA) en el informe ‘Los cultivos modificados genéticamente en los Estados Unidos’ del que se desprenden cinco claves básicas por las que los agricultores apuestan y confían en estas semillas.

LA CLAVE DE LA INVESTIGACIÓN

Estados Unidos realiza gran cantidad de ensayos de campo con semillas transgénicas cada año, una apuesta firme por la innovación tecnológica agraria que permite el desarrollo de nuevas variedades adaptadas a las necesidades locales de sus agricultores. Un país que no se queda con la investigación básica (resistencia a insectos) y va más allá (resistencia al frío, sequía, heladas, salinidad, uso eficiente del nitrógeno…). Investigación que no tampoco se centra únicamente en los tres grandes cultivos (algodón, maíz y soja) sino que investiga en un amplio abanico de variedades (patata, remolacha, papaya, arroz, calabaza, alfalfa, ciruela, rosas, tabaco, lino, achicoria…). Alrededor del 12% de la calabaza cultivada en Estados Unidos se modifica genéticamente para ser resistente a enfermedades.

EL BENEFICIO DE LA TOLERANCIA A HERBICIDAS

El 90% de las hectáreas cultivadas con soja se hace con semillas modificadas genéticamente tolerantes a herbicidas. Un tipo de variedades cuyo beneficio directo para el agricultor no son generalmente unos mayores rendimientos. La razón principal por la que los agricultores apuestan por estas semillas es por los beneficios no monetarios de la misma. En particular, el control de malezas con estas variedades es más sencillo, liberando tiempo de trabajo al agricultor que puede destinar tanto al crecimiento de su empresa como al ocio personal. A esto hay que sumarle que los herbicidas especializados son más baratos, por lo que económicamente también se ven beneficiados.

EL USO DE INSECTICIDAS CAE

El uso de maíz resistente a insectos ha reducido ha permitido reducir radicalmente el uso de insecticidas, tanto por parte de los agricultores que apuestan por semillas modificadas genéticamente como los que no. A día de hoy sólo el 9% de los agricultores estadounidenses que cultivan maíz usan insecticidas.

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EL POTENCIAL DE LOS RASGOS APILADOS

Excepto la Unión Europea, que en esta materia va en el vagón de cola, cada vez son menos las variedades transgénicas con un solo rasgo y cada vez más las que presentan mejoras apiladas que permiten al agricultor tener cultivos más eficientes. Esta es cada vez la tendencia más dominante, excepto casos muy concretos como podría ser el del Arroz Dorado.

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