La Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores (ASAJA) en Andalucía valoró ayer el empleo de variedades transgénicas por parte de los agricultores españoles resaltando su mayor productividad y su mayor sostenibilidad, lograda por la reducción en el consumo de recursos, así como la necesidad de una menor cantidad de suelo, agua y energía. Según recoge Europa Press, la organización agraria instó también a la Consejería de Agricultura de la Junta de Andalucía a que fomente el desarrollo, la investigación y el empleo de la biotecnología agraria en la comunidad.

Pese a que los agricultores andaluces fueran pioneros en investigación biotecnológica y que Andalucía fuera la primera región europea con ensayos de algodón transgénico en 1998, Asaja Andalucía lamenta que catorce años después la comunidad no cuenta con una sola hectárea de algodón transgénico, mientras en el resto del mundo se siembran más de 24 millones de hectáreas de algodón mejorado genéticamente.

La organización agraria destacó que 16 años después de que se empezara a apostar por esta tecnología en el mundo, a día de hoy son ya casi 17 millones de agricultores de 29 países los que siembran estas variedades transgénicas, cultivando un total de 160 millones de hectáreas.

Mientras, la Unión Europea (UE) continúa en el  vagón de cola con ocho países que apuestan por esta tecnología en los que se sembraron 114.624 hectáreas de transgénicos en 2011. En esta línea resaltan que según el Eurobarómetro de marzo de 2010 sobre agricultura y política agraria común, el 77% de los europeos considera que los agricultores deben apostar por la biotecnología agraria.

Asaja Andalucía ha criticado el “doble rasero” que aplica la Comisión Europea al permitir la importación y el consumo de 45 productos transgénicos, entre ellos la soja y el algodón, mientras que restringe el cultivo de transgénicos dentro de sus fronteras a un solo producto: el maíz. Esta situación supone para la organización agraria “abrir otro frente de competencia desleal para los agricultores europeos y una brecha tecnológica entre los agricultores de la UE y los del resto del mundo”.

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