Hace unos 75 millones de años, un importante grupo de plantas con flores conocidas como pastos marinos emigraron de regreso a los océanos desde la superficie terrestre, donde se originó toda la vida vegetal hace unos 500 millones de años. Para prosperar en un ambiente salino, tuvieron que adaptarse y eventualmente desarrollaron una tolerancia a la sal.

El conjunto de genes que permite que los pastos marinos crezcan en agua salada permanece inactivo y sin usar en muchos de nuestros cultivos terrestres como el arroz, el trigo y el maíz. Si pudiéramos activar estos genes, esos cultivos podrían cultivarse en agua salada, e incluso directamente en el océano, convirtiéndose en un elemento clave en la cadena mundial de suministro de alimentos. Para alimentar al mundo en 2050 necesitaremos producir casi un 60 % más de alimentos en comparación con 2010.

La startup de agricultura oceánica Alora está tratando de hacer exactamente eso. Utilizando herramientas CRISPR, están realizando un esfuerzo piloto para cultivar plantas de arroz en tierra en aguas saladas, para terminar cultivándolas en plataformas flotantes frente a las costas de países africanos y asiáticos.

“Pude encontrar un patrón particular de ocho genes en pastos marinos que permiten a la planta defenderse del ambiente salino y usarlo para su propio beneficio como una forma de crecimiento”, explica el cofundador de Alora, Luke Young, graduado de biología de 26 años de la Universidad de Durham en el Reino Unido y que comenzó la empresa hace tres años. Al modificar el propio genoma de la planta, no se introduce ADN externo y no estaríamos hablando de modificación genética, sino de edición genética.

Alora está actualmente trabajando con el arroz, el tercer cultivo agrícola más producido del mundo (después de la caña de azúcar y el maíz) y el alimento básico más importante para la mitad de la población. El arroz es particularmente vulnerable a la intrusión de agua salada. La invasión del suelo costero por el agua del océano se ve exacerbada en los últimos años por actividades humanas como la extracción de agua subterránea y el aumento del nivel del mar debido al cambio climático.

“La sal hace dos cosas a las plantas, reduce su capacidad de crecimiento y defensa, y además ralentiza el metabolismo de la planta afectando a su capacidad para realizar la fotosíntesis, lo que reduce el rendimiento”, explica Young. El problema de la intrusión de agua salada está afectando a la agricultura costera en todo el mundo y es particularmente grave en el sudeste asiático, donde ya está dañando los cultivos.

El arroz se ve gravemente comprometido por un nivel de salinidad superior a 3 gramos por litro, aproximadamente una décima parte de la salinidad del agua de mar. “Por el momento, tenemos plantas que crecen cómodamente en la mitad del nivel del agua salada oceánica [16 gramos por litro]”, explica Young, que afirma que “sabemos exactamente qué hacer para pasar de 16 a 32, que es el nivel total de sal oceánica”.

Más información en Genetic Literacy Project.

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