La Fundación Antama y la Fundación Concorde (Francia) participaron los pasados 23 y 24 de mayo en una jornada de trabajo sobre la experiencia de los cultivos transgénicos en España. La institución gala visitó Lérida y Cataluña para conocer de primera mano la experiencia española en materia de biotecnología agraria, una tecnología por la que apuestan 17,3 millones de agricultores en todo el mundo y a la que Francia prohíbe su acceso respondiendo a intereses políticos sin encontrar justificaciones científicas.

La visita incluyó la visita a una casa de semillas, a una fábrica de piensos, a un campo de maíz transgénico y al Instituto de Investigación de la Generalitat de Cataluña (IRTA). En todo momento se contó con expertos en la materia que abordaron temas como precios de semillas, coexistencia de cultivos, rentabilidad, usos y beneficios.

saco maiz transgenico

CASA DE SEMILLAS

En la visita los asistentes pudieron ver sacos de semillas de maíz modificado genéticamente (MG), su etiquetado y la documentación que incluye cada paquete sobre las normas de coexistencia que el agricultor ha de cumplir para evitar cualquier caso de polinización cruzada. Sacos que cuestan una media de un 15% más que las convencionales pero que permite al agricultor el ahorro de hasta 100 euros por hectárea en aplicación de insecticidas. Unas semillas por las que en Cataluña y Aragón casi la totalidad de semillas de maíz cultivadas son MG.

“Nos sale rentable plantar maíz transgénico porque reduces drásticamente las pérdidas de la cosecha causadas por la plaga del taladro. Si no tuviéramos taladro no habría problema alguno y nos pasaríamos al maíz convencional”, afirma José Luis Romeo, presidente de la Asociación PRObio y agricultor de Lérida.

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FÁBRICA DE PIENSOS

En la visita los asistentes pudieron ver el proceso de fabricación de piensos para animales, su etiquetado y los controles de calidad a los que se les somete. Casi la totalidad de los piensos son etiquetados como transgénicos ya que tanto el maíz como la soja usada para los mismos es modificada genéticamente. En el caso del maíz es producción española pero en el caso de la soja es importada (casi el 100% de la soja mundial es transgénica). Los responsables de la fábrica reconocen que los ganaderos confían en éstos piensos igual que los agricultores en la semillas.

“El 99% de los productos que se usan en los piensos son modificados genéticamente. No hemos tenido nunca ningún problema con la venta de piensos transgénicos, cumplen con la normativa vigente de seguridad alimentaria y además se baja el costo del producto”, explica Ignacio Landa, fabricante de piensos.

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CAMPO DE MAÍZ TRANSGÉNICO

Aunque las plantas aún estaban muy jóvenes, se visitó un campo de maíz transgénico donde se pudo ver cómo éste es exactamente igual al convencional. Lo único que le diferencia es la resistencia al ataque del taladro, un insecto que ataca la planta del maíz y provoca pérdidas de hasta un 30% del total de la cosecha. Esto hace que en zonas como el Valle del Ebro, donde el ataque de esta plaga es muy elevado, prácticamente la totalidad de los agricultores apuesten por semillas MG.

“El maíz transgénico no sólo reduce las pérdidas sino que además es más sano ya que cuando la planta sufre el ataque recibe mordeduras donde se meten hongos, micotoxinas que son malos para la alimentación”, explica José Luis Romeo.

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VISITA AL IRTA

Joan Serra, investigador el IRTA, explicó a los asistentes los estudios de coexistencia realizados con cultivos transgénicos. Según los estudios realizados por los científicos del IRTA, basta con 20 metros de separación entre cultivos transgénicos y convencionales para evitar que a través de la polinización cruzada la producción convencional supere el 0’9% mínimo por el que debe ser etiquetado como MG.

“En zonas donde ataca el taladro el maíz Bt es una ventaja ya que logra más rendimiento, además tienen mayor sanidad al no haber sido atacadas por la plaga”, explica Jorge Serra, investigador del IRTA.

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