El pasado 5 de julio de 2011, el Parlamento Europeo (PE) apoyó el derecho de los Estados Miembros a restringir el cultivo de semillas transgénicas en sus territorios en base a argumentos no científicos, aprobando la propuesta presentada por la Comisión Europea en la que planteaba que se pudiera prohibir el cultivo de transgénicos por motivos culturales, socio-económicos o éticos.

Ante esta “desconcertante” puerta que abre la Unión Europea, nos encontramos una nueva situación que pone de manifiesto la debilidad de lo que debería ser una firmeza legislativa en el seno de la UE. Se termina dejando en manos de cada Estado Miembro la decisión de prohibir, en base a criterios meramente subjetivos,  el cultivo de transgénicos. Entonces, si cada normativa o legislación termina quedando moldeada para que los Estados Miembros tomen su propia decisión, de poco nos va a servir tener una Legislación Europea.

No es razonable que, tras miles de estudios y ensayos científicos, desde hace más de 20 años, en los que ha quedado sobradamente probada la bondad medioambiental, social y económica de la utilización de las semillas transgénicas, se abra la posibilidad de prohibir su cultivo en Europa alegando vagos argumentos, susceptibles de interferencias demagógicas, que terminan perjudicando a los agricultores, a la industria agroalimentaria y a los consumidores europeos.

Afortunadamente el resto del mundo, con sus Autoridades Políticas, Sanitarias y Medio Ambientales al frente, opinan distinto (USA, Canadá, Australia, Brasil, Argentina, China, Rusia…..) y basándose en los criterios de Seguridad y en los de la Necesidad de producir más y mejores alimentos, preservando el medio ambiente, al menor coste posible, van ampliando año a año las superficies de los cultivos transgénicos que cultivan millones de agricultores en millones de hectáreas.

Solo utilizando las mejores técnicas, seguras, disponibles, se podrán facilitar los alimentos que faltan en el mundo y más que faltarán en un futuro inmediato con el fuerte incremento de la población mundial.

En nuestra Unión Europea cada vez dependemos más de la importación de alimentos básicos que necesitamos y que no somos competitivos produciendo. Este es un riesgo que, impidiendo el uso de las tecnologías que el resto del mundo están aplicando normalmente, está perjudicando y reduciendo la agricultura europea, encareciendo los alimentos y dejándonos en manos de terceros cuya especulación nos podría resultar muy cara.

Lo curioso del caso es que, una buena parte de las importaciones de productos agrícolas que hacemos en Europa son transgénicos que consumimos con total normalidad. Es decir, se pueden consumir pero no producir. Pues muy bien, esto es lo que está pasando, consumimos los transgénicos que producen los demás y que nosotros importamos.

Y ahora unos países europeos podrán producir y otros no en función, en muchos casos, del color del Gobierno que los gobierne. ¿Hablamos de política o de alimentación, de medio ambiente y necesidades de alimentos?

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