Simposio Internacional | Madrid, PENDIENTE DE CONFIRMAR LA FECHA
Fundación Ramón Areces

Presentación: Aunque a algunos les resulte extraño, valerse de la biotecnología para mejorar la textura, el color, el sabor o la composición nutricional de nuestros alimentos no es nada nuevo. Desde hace miles de años los agricultores y ganaderos han mejorado las razas de animales de granja y las variedades vegetales comestibles utilizando la hibridación y la variabilidad natural. Hace treinta años se desarrolló un nuevo tipo de tecnología, la ingeniería genética. Con ella ya no se mezclan ni se mutan genes al azar. Por el contrario, desde un genoma donador se toma un gen de interés y se transfiere a un organismo receptor adecuado generando lo que la gente denomina organismo transgénico. Cuando en la agroalimentación se utiliza esta nueva tecnología se producen los llamados alimentos y cultivos transgénicos

¿Cuánto de exitosa es esta nueva tecnología transgénica en la alimentación? Para saberlo bastará recordar que la primera plantación transgénica se llevó a cabo en el año 1994. Desde entonces la superficie mundial cultivada con plantas transgénicas no ha hecho más que crecer. El año pasado se plantaron 120 millones de hectáreas de cultivos transgénicos en todo el mundo, especialmente en Estados Unidos, Canadá y Argentina, pero también en África del Sur o Australia, China, Brasil o India. Además, más de 13 millones de agricultores cultivaron durante ese año plantas transgénicas y el 90% de ellos lo hicieron en países en desarrollo. Los primeros alimentos transgénicos que han irrumpido en el mercado son vegetales transgénicos comestibles que resisten el tratamiento con herbicidas o el ataque de distintas plagas. Tras la aparición de esta primera generación ha surgido una segunda que afecta a propiedades físico-químicas, organolépticas o nutricionales y entraña mayor complejidad tecnológica. Sin duda la carrera de los alimentos transgénicos no ha hecho más que empezar y en estas primeras vueltas países como Estados Unidos, China, India o algunos países latinoamericanos han tomado la delantera a una Europa que desprecia estos desarrollos.

Con frecuencia los opositores a los transgénicos aducen razones de seguridad alimentaria e impacto ambiental para rechazar los alimentos y cultivos transgénicos. ¿Qué hay de cierto en todo ello? Este es un debate técnico que se ha convertido en un debate ideológico. Todos los alimentos transgénicos comercializados han sido evaluados siguiendo las recomendaciones de FAO u OMS. La conclusión de todos estos estudios es que no existe un solo dato científico que indique que dichos alimentos representen un riesgo para la salud del consumidor superior al que implica el comer el alimento convencional correspondiente. En cuanto al riesgo medioambiental, no parecen existir nuevos riesgos con las plantas transgénicas que ya no estén presentes con las convencionales. A todo ello se le debe añadir la evaluación de su impacto económico. ¿En qué nos pueden ayudar los alimentos transgénicos? En países desarrollados como el nuestro, mediante ingeniería genética es posible conseguir desarrollos inabordables por tecnologías convencionales. ¿Cómo pueden beneficiarse los países en desarrollo? Se pueden construir variedades de papaya capaces de crecer en suelos ácidos o se pueden diseñar alimentos que funcionen como vacunas o mejoren su composición nutricional. No son ejemplos para el futuro, son desarrollos obtenidos en el pasado y que en la actualidad se están validando para poder entrar en un inmediato futuro en el mercado.

El debate sobre los alimentos y cultivos transgénicos es un debate pluridisciplinar que afecta tanto a los científicos de las ciencias experimentales como a los de las ciencias sociales. Es una tecnología que crece y se impone con una única salvedad: la Unión Europea. Por todo ello es el momento de que los ciudadanos europeos asistan a debates serios, exentos de demagogía en uno u otro sentido, sobre la comercialización de este tipo de productos.

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