El nitrógeno es esencial para las plantas, pero las plantas solo pueden absorberlo en algunas de sus formas químicas. Algunas de estas formas se encuentran naturalmente en los suelos, pero no en las cantidades necesarias para alcanzar un rendimiento adecuado de los cultivos. El nitrógeno es abundante en el aire, pero en una forma que las plantas no pueden usar. Algunas bacterias que viven en el suelo convierten el nitrógeno atmosférico en una forma que las plantas pueden usar en un proceso llamado fijación de nitrógeno. Algunas leguminosas han desarrollado nódulos en las raíces que atraen y albergan estas bacterias. Estos nódulos permiten que la planta absorba el nitrógeno que fijan las bacterias y, a cambio, las bacterias obtienen azúcares de la planta.
Científicos del Instituto de Ciencias Agrícolas y Alimentarias de la Universidad de Florida en Estados Unidos están un paso más cerca de desarrollar plantas con la capacidad de aprovechar las bacterias fijadoras de nitrógeno. Para comprender el proceso se han centrado en entender cómo las legumbres son capaces de entrar en contacto con microbios fijadores de nitrógeno. Para ello el equipo de investigación utilizó una técnica que provoca fluorescencia en presencia de citoquinina. Esto les permitió conocer todos los movimientos de la hormona y descubrieron que la actividad de la citoquinina ocurre en dos etapas. Durante la primera etapa, la citoquinina se produce en la capa externa de la raíz y se mueve hacia adentro. En la segunda etapa, esa parte interna de la raíz empuja hacia afuera como un globo, formando el nódulo.
Los investigadores también encontraron que la segunda etapa de la actividad de la citoquinina está controlada por un gen llamado IPT3. Esto se confirmó mediante la técnica de fluorescencia y mediante la observación de plantas sin el gen IPT3. En las plantas a las que les faltaba el gen, no se produjo la formación de nódulos, lo que les dice a los investigadores que este gen juega un papel clave en el proceso.