En 1996 se introdujo la soja tolerante a herbicida en Argentina, primera variedad modificada genéticamente (MG) que se cultivó en el país. Desde entonces la apuesta por la biotecnología agraria en el país ha ido en constante aumento, hasta situarse como el tercer país del mundo en siembra de semillas transgénicas. El Consejo Argentino para la Información y el Desarrollo de la Biotecnología (ArgenBio) acaba de publicar un informe en el que se analizan los beneficios que la biotecnología agraria ha aportado a Argentina en estos 20 años de apuesta continuada. Según el informe, la biotecnología agraria ha aportado al país un beneficio bruto acumulado de 126.969,27 millones de dólares en estos 20 años.
Estos beneficios fueron en un 66% para el sector productivo, un 8% para los proveedores de tecnologías semillas y herbicidas, y un 26% para el Estado Nacional a través de las retenciones a la exportación. El estudio señala que a lo largo de estos 20 años este excedente económico habría creado un total de 2.052.922 de puestos de trabajo.
En el caso de la soja tolerante a glifosato, los beneficios alcanzaron los 118.355,91 millones de dólares, el equivalente al 25% del PBI de 2015. En el caso del maíz, las tecnologías de resistencia a insectos y tolerancia a herbicida aportaron beneficios por un total de 5.110,50 millones de dólares. Finalmente, los beneficios en el caso del algodón resistente a insectos y tolerante a herbicida fueron de 3.102,86 millones de dólares.
El informe menciona también algunos impactos ambientales relacionados con los cultivos MG, haciendo énfasis en la sinergia que hay entre la adopción de estas tecnologías y la práctica de la siembra directa, considerando el impacto positivo que esta tiene sobre la conservación de los suelos, las emisiones de gases de efecto invernadero, el secuestro de carbono y la eficiencia energética de las labores agrícolas.
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