“Nos han cambiado la vida y han venido para quedarse”. Así se refirió Lluis Montoliu (Centro Nacional de Biotecnología CNB-CSIC) a las herramientas CRISPR para la edición genética durante el desarrollo de la jornada ‘Biotecnologías modernas en plantas: innovación en mejora genética’, celebrada el pasado 22 de noviembre en Madrid y organizada por Anove y Fundación Antama.

Las herramientas CRISPR nos permiten llevar a cabo modificaciones genéticas ya que realizan cortes en sitios concretos del ADN. Esto es debido a que constan de unas tijeras moleculares, llamadas nucleasas, que se pueden programar para que realicen cortes en los sitios deseados. Hay una gran variedad de nucleasas siendo Cpf1 la más eficaz en plantas.

Aparte de las nucleasas, esta herramienta consta de otras dos moléculas, una que dirige donde debe realizarse el corte y la otra liga dicha molécula con la nucleasa. El sistema es de una gran sencillez. Estos cortes en el ADN suponen un daño para las células y, por lo tanto, las mismas células tratan de reparar el daño mediante sistemas endógenos. Esta reparación causa que se cambie el patrón del ADN dando lugar, por ejemplo, a la inactivación de un gen. “Nunca antes habíamos podido inactivar genes tan fácilmente”, añadió Lluis Montoliu.

Según explicó el experto, las aplicaciones de esta técnica son numerosas: permite introducir nuevas variantes en el ADN, reemplazar secuencias con mutaciones por otras sin ellas, modular los genes e incluso borrarlos. Por lo tanto, tiene un gran potencial en agricultura y ganadería porque puede ser una alternativa a la mejora genética tradicional que no implique el uso de transgénesis. “No es inventarse una mutación sino aprovechar una variante existente en la naturaleza”, remarcó.

Debido a que el sistema CRISPR permite pasar de una variedad a otra por edición genética con un resultado indistinguible del natural, estos organismos editados no deberían considerarse organismos modificados genéticamente (OMGs) sino que deberían de englobarse dentro de una nueva categoría. Lluis Montoliu añadió que deben estar regulados por una legislación diferente a la de los OMG. Tanto la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE. UU. (FDA) como la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) están tratando de tomar una decisión al respecto porque ya son numerosos los alimentos que han sido modificados con CRISPR, como el champiñón o el repollo, y que quieren ser comercializados. Algunos países como Suecia proponen a nivel de estado que estos productos resultantes del uso de CRISPR no estén sujetos a la regulación de los OMG.

“Bienvenidos al mundo CRISPR”, concluyó Lluis Montoliu, remarcando la revolución a todos los niveles que va a suponer el uso de esta nueva técnica, a pesar de la falta de clarificación legal, especialmente en el sector agrario y ganadero.

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