La cebolla modificada genéticamente para que el hombre no llore al cortarla se ha convertido en el centro de la última batalla sobre los transgénicos en Nueva Zelanda. Ésta variedad, que ha sido presentada y discutida junto con dos nuevas modificaciones de puerros y ajos, ha suscitado el rechazo de los opositores de la ingeniería vegetal que, desde hace años, acostumbran a sabotear los campos que cultivan semillas transgénicas.
La audiencia, que tuvo lugar en Christchurch (Nueva Zelanda), analizó la posibilidad de realización de ensayos de campo de estas variedades en 2,5 hectáreas de la comarca. Estos ensayos son una práctica muy común en el país que se repite desde hace años y que ha provocado numerosas reacciones de rechazo por parte de los detractores de esta tecnología, esgrimiendo que hay demasiado riesgo para el medio ambiente.
El Dr Colin Eady, representante del equipo de Cultivos y Alimentos de Investigación neozelandés, explicó que éstos avances aportan “grandes beneficios a la producción de alimentos” y que sitúa a Nueva Zelanda a la cabeza mundial de los avances científicos. No debemos olvidar que a día de hoy “una quinta parte de la cosecha mundial de mercado se desarrolla a través de la modificación genética.”
Las hortalizas debatidas en esta ocasión han sido alteradas para mejorar el sabor, para aportar mayores beneficios a la salud del hombre y para obtener una mayor resistencia a las plagas que merman las cosechas. En el caso de la cebolla, además ha sido modificada para que al ser cortada no provoque en la persona la reacción incontrolada de llorar.
Los agricultores contrarios a esta tecnología expresaron su miedo ante la mitificada polinización cruzada, sobre la que el Dr Colin Eady explicó que el que este caso se de en la naturaleza “es altamente improbable” y desde los comienzos de la agricultura ha existido esta mínima probabilidad de interferencia vegetal.
El equipo que forma el comité cuenta ahora con 30 días hábiles desde el primer pleno para tomar una decisión sobre el tema.