Investigadores del Instituto Boyce Thompson (BTI) y la Universidad de Cornell han completado el primer estudio que proporciona una imagen completa de los cambios en la expresión génica en respuesta al estrés hídrico en los tomates. Gracias a ello han identificado genes que podrían ayudar a los fitomejoradores a desarrollar frutas que puedan hacer frente a condiciones de sequía, cada vez más comunes como efecto del cambio climático.

Dirigido por Carmen Catalá, profesora asistente del BTI e investigadora asociada en la Escuela de Ciencias Vegetales Integrativas de Cornell, y por Philippe Nicolas, investigador postdoctoral en el laboratorio de Catalá, los científicos identificaron una serie de genes que están involucrados en la respuesta al estrés hídrico en los tomates. “Ahora podemos comenzar a seleccionar genes candidatos que podrían ayudar a los mejoradores a desarrollar frutas que puedan adaptarse a condiciones de sequía, y no solo tomates sino también uvas, manzanas y frutas carnosas en general”, explicó Catalá.

El equipo de investigación analizó la expresión génica en hojas de tomate y seis órganos frutales, incluido el pericarpio, la placenta, el tabique, la columela, la gelatina y las semillas, en dos períodos diferentes (fruto en crecimiento y maduro) y en cuatro condiciones diferentes de estrés hídrico (ninguna, leve, intermedia y fuerte). Descubrieron que cada uno de los tejidos de los órganos de la fruta cambiaba de manera única con el tiempo.

Según Catalá, menos del 1 % de los genes expresados afectados por el estrés hídrico se compartían entre los seis tejidos de la fruta, y más del 50 % de los genes afectados eran específicos de un solo tejido. También encontraron que la sequía leve trajo algunos efectos positivos. Por ejemplo, el estrés hídrico aumenta la cantidad de licopeno en los tomates maduros. La fruta con estrés hídrico también tenía niveles más altos de biosíntesis de almidón, lo que podría producir tomates más dulces.

Más información en BTI News.

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