La Cornell Alliance for Science ha lanzado un informe en el que se analiza el coste ambiental que tiene para la Unión europea el no permitir el uso de semillas transgénicas en la Unión Europea. Actualmente solo está aprobado el cultivo de una variedad de maíz modificada genéticamente que se cultiva en España y Portugal. El documento científico señala que la negativa de Europa a permitir que sus agricultores siembren estas semillas ha provocado la emisión evitable de millones de toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera, dañando el medio ambiente.

El documento concluye que la negativa al cultivo de semillas transgénicas en Europa origina una emisión extra anual de 33 millones de toneladas de CO2. Esto equivale al 7,5% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) de todo el sector agrícola europeo, aproximadamente lo que podrían emitir cada año entre 10 y 20 centrales eléctricas de carbón. El informe resalta el hecho de que las variedades biotecnológicas de los principales cultivos producen un mayor rendimiento en una misma superficie, y lo hacen porque pueden resistir mejor el ataque de plagas y la competencia de las malezas.

La Cornell Alliance for Science afirma que con los agricultores de Europa condenados a un rendimiento agrícola más bajo debido a la no adopción de cultivos transgénicos, los agricultores se ven obligados a aumentar su superficie agraria, terrenos que de otro modo podrían estar disponibles para la flora silvestre, árboles y suelo que se encargarían de capturar carbono.

El documento resalta que la oposición a la ingeniería genética estaría empeorando la situación medioambiental del plantea. Los grupos ambientalistas se oponen a los cultivos transgénicos en defensa del medioambiente cuando es una tecnología más sostenible y respetuosa con el entorno. El cálculo de las emisiones extra se realizó estimando en qué medida se podrían haber evitado las emisiones de GEI si el nivel de adopción por parte de la UE de variedades transgénicas de cinco cultivos principales (maíz, soya, algodón, canola y remolacha azucarera) en 2017 hubiera sido igual al de los Estados Unidos.

FUTURO EN EN LA UE

El autor principal del estudio, Emma Kovak, afirma que “los resultados sugieren que las reducciones de emisiones de GEI por los aumentos de rendimiento en cultivos transgénicos son sustanciales y deberían incluirse en análisis futuros” en el marco de la Unión Europea. Sin embargo, la actual tendencia política europea va en la dirección opuesta. Como explica Kovak, la “nueva estrategia DE LA GRANJA A LA MESA tiene como objetivo expandir la agricultura ecológica, que tiene rendimientos más bajos y estaría asociada con aumentos significativos en las emisiones globales de GEI”.

En esta línea concluye que «en lugar de deslocalizar el daño ambiental a otras naciones, como lo hace el Pacto Verde Europeo, la UE debería aumentar la productividad agrícola mediante la adopción de nuevas tecnologías de cultivos, contribuyendo así a los beneficios ambientales globales».

Los autores reconocen que el ahorro de GEI anual estimado de 33 millones de toneladas podría ser una gran subestimación. El análisis no tiene en cuenta la influencia de Europa en África y Asia, donde la negativa de la UE a permitir que los agricultores cultiven cultivos transgénicos ha tenido una gran influencia. Los investigadores concluyen el documento con optimismo, señalando que “las nuevas tecnologías de edición de genes probablemente aumentarán aún más la diversidad de combinaciones deseables de cultivos y rasgos (agrícolas)”. Si estos cultivos se permiten en Europa y en otros lugares, aún se podrían obtener enormes beneficios de mitigación climática de los futuros cultivos transgénicos.

Nota completa de la Cornell Alliance for Science.

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