Hace ya más de veinte años que se obtuvo la primera planta transgénica, y fue en Europa, concretamente en la Universidad de Gante (Bélgica). En la actualidad, son muchas las regiones del planeta que potencian el desarrollo biotecnológico en este sentido. Basta con echar un vistazo a los datos de hectáreas cultivadas con transgénicos en 2006 para darse cuenta de que la India, China, Estados Unidos, Argentina, Brasil y un largo etcétera se han subido al carro de la biotecnología como ciencia del futuro. Europa, décadas después de ser la pionera en conseguir la primera planta modificada genéticamente, debe hacer un esfuerzo si no quiere perder este tren de futuro.
España sigue siendo el gran referente en Europa en el cultivo de variedades mejoradas genéticamente (MG), que se extienden por un total de 53.667 hectáreas, sembradas con maíz biotecnológico protegido contra la plaga del taladro. Otros seis países europeos optaron en 2006 por la agro-biotecnología: Rumania, Francia, República Checa, Portugal, Alemania y Eslovaquia, de acuerdo con los datos ofrecidos por el Servicio para la Adquisición de Aplicaciones Agro-biotecnológicas (ISAAA). En total, cerca de 180.000 hectáreas de cultivos mejorados genéticamente en el continente, por debajo de áreas como Estados Unidos (54,6 millones de hectáreas) o Argentina (18 millones).
Programa CO-EXTRA
Para impulsar el desarrollo biotecnológico en la UE, el Gobierno comunitario ha lanzado el programa CO-EXTRA, por el que se pretende fomentar el debate –con base científica- en torno a la coexistencia de los diferentes modelos productivos, tanto transgénico como convencional y ecológico, así como la trazabilidad, entendida como un conjunto de medidas para identificar la presencia de organismos modificados genéticamente (OMG) desde el origen hasta el destino final. El pasado 26 de abril tuvo lugar en Madrid un encuentro entre responsables de este programa europeo en España y representantes de la comunidad científica, empresarial, agricultores, consumidores, profesores de universidades y técnicos de los Ministerios de Agricultura y Medio Ambiente.
La principal conclusión a la que llegaron fue la necesidad de realizar una buena difusión informativa, con base científica, sobre los OMG a la sociedad, “para que sepan de qué estamos hablando”. Lorena Muñoz, una de los responsables de CO-EXTRA, subrayó la importancia de “conocer las actitudes y opiniones, para centrar los esfuerzos en este campo”, ya que “el diálogo con los interesados es muy importante”. El técnico de la Oficina Española de Variedades Vegetales, José Ignacio Ortega Molina, solicitó “normas claras y que todos las cumplan”, mientras que el secretario general de la Asociación de Empresas Biotecnológicas (Asebio), Jorge Barrero, aseguró que el debate de la coexistencia “no tiene que ver con la seguridad ni la eficiencia de los transgénicos, sino que es un tema de marketing”.
Los científicos Teresa Esteve y José Luis de la Paz, del Instituto de Biología Molecular de Barcelona (IBMB-CSIC), que también participa en este proyecto, explicaron nuevos ensayos para detectar la presencia de OMG, ya sea conocido o desconocido, e hicieron hincapié en que en el debate sobre la coexistencia “los grupos de oposición contrarios no deberían tener un peso más alto que la base científica”.
El presidente de la asociación de productores de maíz de España (AGPME), Agustín Mariné, propuso una estrategia de “pequeñas victorias”, entre las que destacó el cumplimiento de la normativa legal aceptada por todos, y la simplificación del etiquetado para los agricultores. Por su parte, la presidenta de la Asociación de Amas de Casa, Consumidores y Usuarios de la Comunidad de Madrid (Aaccu), Ascensión Cerezo, subrayó que al consumidor de a pie le cuesta mucho que se introduzcan nuevas técnicas en el mercado, y apostó por que este período se haga más corto a base de ofrecer información fiable y basada en la ciencia.
Agencia Europea de Seguridad Alimentaria
Además del lanzamiento de este programa, otro de los hitos que la alcanzado Europa es la creación de una Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, en sus siglas en inglés), que ya ha cumplido cinco años. Este organismo se encarga de la evaluación del riesgo en la seguridad de los alimentos transgénicos, responsabilizándose de los exámenes científicos del impacto de los OMG y los alimentos y piensos obtenidos a partir de la ingeniería genética. Su fin es incrementar los elevados índices de calidad, independencia y transparencia de los dictámenes científicos en estos ámbitos, y ejerce mayor énfasis en la comunicación del riesgo.
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