La Asociación de la Prensa de Madrid fue testigo de la presentación de la última obra de Francisco García Olmedo, catedrático de Bioquímica y Biología Molecular, “El ingenio y el hambre”. En el acto, organizado por Fundación Antama, también se analizaron los datos anuales de cultivos modificados genéticamente que elabora el Servicio Internacional para la Adquisición de Aplicaciones Agrobiotecnológicas (ISAAA).

Fue en 1982 cuando Francisco García Olmedo, en un pequeño laboratorio de Gante, comenzó a introducir ADN en plantas cuando aún la ingeniería genética era un gran desconocido para la humanidad. Con el paso de los años esta tecnología ha ido creciendo y perfeccionándose, siendo cada vez mayor el número de agricultores que apuestan por esta forma de cultivo en todo el mundo. “Si el agricultor, al comprar la semilla más cara, no obtuviera beneficios se iría a la ruina y no seguiría apostando por los cultivos transgénicos”, explicó.

A la vez que esta nueva tecnología ha ido captando más seguidores ha ido recibiendo mayores críticas, cuestionando la seguridad de dichos cultivos. Pese a ello, según explica García Olmedo, estas variedades “han progresado con el escrutinio más exhaustivo de toda la historia” superando todas las pruebas científicas de seguridad tanto ambiental como humana. “Si añadimos genes no podemos estar restando biodiversidad”, y no debemos olvidar que “desde hace diez milenios no tomamos nada natural, independientemente del método que usemos”.

Este complejo y largo recorrido, que García Olmedo ha llamado ‘De la revolución agrícola a la transgénica’, es el centro de su nueva obra cuyo origen se remonta más de mil años cuando el hombre “rompió el equilibrio de la naturaleza” para encontrar artificios y poder consumir más alimentos. “Natural no es sinónimo de inocuo”, resaltó.

Para el Profesor, a día de hoy la biotecnología es un “componente esencial para la solución de problemas como el hambre, la mayor lacra de la humanidad. Es suicida renunciar a ella”. En esta carrera tecnológica la investigación pública juega un papel esencial, y desde su punto de vista frenarla “sólo favorece al monopolio” existente a día de hoy.

La actual crisis económica y su inevitable impacto sobre el avance de este tipo de tecnologías no pasó desapercibida para García Olmedo, quien destacó que “debe ser una oportunidad para la sensatez” y hacer ver la necesidad de incrementar la producción de alimentos para abastecer a la población.

Por su parte, el vocal de relaciones científicas de Fundación Antama, Jaime Costa, subrayó que el incremento año tras año de la superficie de cultivos transgénicos constata el interés de los agricultores por esta tecnología. En 2008, la superficie mundial de transgénicos aumentó un 9,4 por ciento, hasta alcanzar 125 millones de hectáreas, siendo los principales cultivos la soja, el maíz, el algodón y la canola. En este sentido, confían en que la UE dé el visto bueno en 2009 al cultivo de dos modificaciones genéticas de Pioneer y Syngenta para que el maíz resista plagas como los taladros y otra modificación genética de Monsanto para que el maíz tolere el herbicida glifosato después de nacer el cultivo”.

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