La biotecnología moderna (transgénesis y edición de genes) ayuda a lograr un aumento en la producción de alimentos sin tener que destinar más superficie a la agricultura. Se espera que continúe jugando un papel clave ante los retos futuros a los que se enfrenta la seguridad alimentaria, por lo que es clave luchar contra la desinformación que rodea a esta tecnología. Por esta razón, expertos de DowDuPont han publicado una revisión sobre cómo las regulaciones gubernamentales sobre cultivos editados genéticamente influye en la aceptación pública de estos cultivos.

El documento ofrece una comparación entre la evaluación de riesgos de los cultivos convencionales y los cultivos modificados genéticamente. En un principio se creía que la rigurosa evaluación de riesgos de estos cultivos y la estricta legislación impulsaría la aceptación del consumidor hacia estos productos, al ser los más evaluados y seguros del mercado. Pero la realidad es muy diferente. El estudio demuestra que una regulación compleja es uno de los factores que ha llevado a la desconfianza de la opinión pública creyendo que tienen más riesgos que los cultivos convencionales. Pero la realidad es muy distinta, los cultivos modificados genéticamente tienen los mismos riesgos que los cultivos convencionales.

El documento también establece que los riesgos son ensalzados cuando se trata de una nueva tecnología. El considerar estos riesgos únicos de estos productos acaban confundiendo al consumidor y desvirtuando el propósito de la evaluación de riesgos. Por ejemplo, la evaluación de riesgos de cultivos modificados genéticamente incluye tal número de datos para cumplir con los requisitos reglamentarios que el consumidor siente que son datos inaccesibles en los que parece imposible distinguir entre lo relevante y lo trivial, a no ser que seas el órgano encargado de la evaluación.

Otro riesgo reflejado en el estudio es el freno al desarrollo tecnológico que implica un mercado legislativo tan cerrado y exigente. Sacar adelante un nuevo desarrollo requiere un coste económico y un tiempo que no se requieren a los productos convencionales y que, en el caso de los cultivos modificados genéticamente, no tiene justificación científica alguna que sean sometidos a evaluaciones más estrictas que las de los convencionales.

El estudio concluye también que la protección de la seguridad pública y la comunicación para que el consumidor confíe en las tecnologías deben ser un objetivo único que se realice a la vez, ya que dejar de lado este último aspecto acaba generando desconfianza en la propia evaluación de riesgos. Los autores también resaltaron que los gobiernos deberían trabajar en el campo educativo y a través de campañas divulgativas para lograr la aceptación pública de las tecnologías beneficiosas.

Ver la revisión completa en Trends in Biotechnology.

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