En el marco del curso de verano ‘Innovación, productividad y sostenibilidad en el sector agroalimentario español’ de la Universidad Complutense de Madrid, el experto Roberto García Torrente (Director de Desarrollo Sostenible de Cajamar) analizó la sostenibilidad de los sistemas alimentarios y su perspectivas de futuro. Una sostenibilidad que debe respetar las áreas medioambientales, económicas y sociales, quedándose con lo mejor de cada modelo productivo. Un sector, el agroalimentario, que se enfrenta al gran desafío de alimentar a una población en constante crecimiento.

“La población no ha parado de crecer a lo largo de la historia y hasta ahora hemos sido capaces de dar respuestas a sus necesidades”, explicó Roberto García Torrente, pero recordó que este crecimiento es cada vez mayor y los retos más complejos. A esto hay que sumarle que la sociedad cada vez vive más en ciudades, distanciándose más de la producción de alimentos desde un punto de vista geográfico y cultura.

Y es que a principios del siglo XX unas 220 millones de personas vivían en ciudades, en el año 2018 esta cifra rondó los 4.100 millones de personas, y en 2050 alcanzará los 6.300 millones de personas. A principios del siglo XIX, con mil millones de habitantes en el planeta) la población empezó a crecer más rápido que el incremento que se lograba en la producción de alimentos, pudiendo derivar en una situación de crisis.

El primer salto cualitativo importante en esta línea fue la mejora genética científica, algo que se hacía desde los orígenes de la agricultura pero ahora se empezó a hacer de forma científica. El siguiente gran salto fue con la Revolución Verde, que permitió utilizar de forma masiva fertilizantes de síntesis, agroquímicos contra plagas, mecanizar muchos procesos de producción de alimentos.

Roberto García Torrente explicó que “asta la campaña 2017/208 la producción mundial era mayor que el consumo, pero a partir de ahí las tornas cambiaron, y hasta ahora esa diferencia se ha podido cubrir por producciones de reserva almacenadas para épocas de escasez. “Tenemos que encontrar una forma de que la producción vuelva a superar el consumo”, un equilibrio que no se va a conseguir con la producción local.

El experto puso el ejemplo de la Comunidad de Madrid. En el caso de las hortalizas, tiene una superficie de 3.446 hectáreas, y necesitaría cultivar 14.560 hectáreas de hortalizas para cubrir su demanda. Más señalado es en el caso de las frutas, que la Comunidad de Madrid dispone de 70 hectáreas de estos cultivos y necesitaría 52.500 hectáreas.

Así, la producción de alimentos se enfrenta a cuatro grandes retos: producir suficientes alimentos para una población creciente; hacerlo de manera sostenible; que los alimentos sean asequibles; y que su producción sea rentable para los productores. Para todo ello es clave apostar por las siguientes herramientas:

  • La genética ha sido la herramienta que ha permitido ir aumentando la producción de alimentos en los últimos años.
  • La disponibilidad de agua va a ser clave, ya que hay muchas zonas del mundo donde el estrés hídrico es muy importante. “Sin agua no se pueden producir alimentos”.
  • La biodiversidad también es clave. Deben de hacerse cambios en cómo se tratan las tierras de cultivo para impulsar la biodiversidad. “Estamos trabajando en cubiertas vegetales y los resultados son espectaculares, mejorando el equilibrio de plagas y evitando su daño en los cultivos”.
  • No hay que olvidarse el suelo, “el estómago de las plantas”. Por ello hay que conseguir un mejor equilibrio por parte de las plantas y su uso de suelo.
  • Impulsar la bioeconomía circular. “Durante mucho tiempo hemos dependido del petróleo. La cantidad de productos que proceden del petróleo es muy alta. Nos deberíamos plantear que parte de estos productos se podrían conseguir mediante procesos biológicos”.
  • La digitalización y la robotización, haciendo que los campos de agricultura sean más rentables. “Si no conseguimos que la agricultura sea rentable no vamos a tener ni empresarios ni trabajadores”.
  • La integración en la cadena de valor, algo de lo que es ejemplar el sector porcino, que ha logrado una integración muy efectiva.

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