JOSÉ MARÍA SUMPSI. Subdirector general de Cooperación Técnica de la FAO
El número de personas que pasan hambre en el mundo va en aumento y ya son cerca de los 1.000 millones, según la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), una cifra que demuestra que la situación es crítica y que se agravará aún más con la actual crisis financiera.
El subdirector general de Cooperación Técnica de la FAO, José María Sumpsi, asegura que las promesas de recursos adicionales por parte de los países ricos no se están cumpliendo y que incluso están anunciando recortes presupuestarios que van a afectar a la ayuda al desarrollo, y como parte de ella, a la inversión en agricultura.
¿Cómo cree que está afectando la actual crisis financiera a la industria agroalimentaria?
La crisis financiera tiene varios efectos. La reducción de la demanda de alimentos y el empobrecimiento de hogares y países. Los precios, que estuvieron muy altos, comenzaron a descender y han ido disminuyendo en estos meses, sin embargo esta reducción se ha manifestado en el mercado mundial pero no en los países en vías de desarrollo ni en los mercados locales.
Desde el punto de vista de la producción, los agricultores soportan más dificultades porque los costes medios de producción no se han reducido tan rápidamente como los de los productos agrarios, a lo que se une un problema de acceso a crédito, ya que las condiciones se han endurecido y muchos agricultores no pueden acceder a préstamos para mejorar su capacidad productiva.
Esta situación va a provocar una reducción de la producción agraria, especialmente en los países desarrollados, y con ello que en las próximas campañas vuelva a haber otra crisis de precios. Es posible que las próximas cosechas sean mucho más cortas y que volvamos a sufrir precios muy altos en los próximos meses.
Además, los países más desarrollados están viviendo situaciones de crisis muy profundas, lo que está empezando a afectar a la ayuda a la cooperación y el desarrollo.
¿En qué sentido?
En la cumbre en Roma celebrada en junio de 2008, hubo importantes promesas de financiación adicional para afrontar la crisis alimentaria mundial, y de estas promesas, el desembolso no pasa aproximadamente de un 15 por ciento y las perspectivas son bastantes sombrías, ya que los incrementos sustanciales de recursos prometidos para la ayuda a la cooperación no están llegando por la crisis económica.
La FAO está comprobando que las promesas que había de recursos adicionales no se están cumpliendo y los países incluso están anunciando recortes presupuestarios que van a afectar a la ayuda al desarrollo, y como parte de ella a la agricultura.
¿Cómo afectaría a los países menos desarrollados una posible subida de los precios de los alimentos en los próximos meses?
La transmisión de precios es muy asimétrica.
Esos mercados funcionan de manera poco transparente y flexible, ya que cuando los precios suben se trasladan inmediatamente a los mercados locales, pero cuando bajan no lo hacen tan rápidamente a los precios locales.
Todavía existe un nivel relativamente alto de precios en comparación con los últimos dos o tres años en los países más pobres y si realmente se vuelve a producir una situación en la que la oferta es muy escasa y los precios vuelven a subir, esos incrementos se trasladarán de inmediato.
Sobre unos niveles que ya son altos, la situación puede ser más grave que la vivida en 2008 y la preocupación es enorme porque en este momento se necesitaría más que nunca un apoyo decidido a los países más pobres.
Las estadísticas apuntan que en 2007 el número de personas que pasan hambre aumentó en unos 70 millones y en 2008 en 50 millones, por lo que no sólo no estamos consiguiendo reducirlo sino que está aumentando.
¿Cree que sería un buen momento para una segunda revolución verde?
Sí, pero hay que tener cuidado, ya que la revolución verde tuvo aspectos positivos como la adopción de tecnologías no adaptadas en los países en desarrollo y negativos, como innovaciones que podían provocar problemas medioambientales, y que no se cuidaron mucho.
Estamos ante un planteamiento de una segunda revolución verde pero basada en cómo intensificar la agricultura de forma sostenible. Puede haber una segunda oleada, pero diferente a la que nosotros conocimos hace 40 años.
¿Qué papel puede jugar la biotecnología en el futuro de la agricultura y la alimentación?
La biotecnología tiene un papel muy importante que cumplir siempre y cuando se use con cautela.
Dependiendo de una serie de elementos, como del tipo de planta o de la especie, tiene mucho que aportar siempre que se respeten una serie de condiciones, se cumplan una serie de garantías de salvaguarda y las normativas vigentes de bioseguridad de forma que no perjudique a los recursos naturales y a los propios recursos genéticos.
No es razonable una negativa radical, y tampoco decir que sí en todos los casos. Habrá que tomar decisiones que beneficien el desarrollo productivo sin poner en riesgo la conservación de los recursos naturales.
¿Cuáles son las soluciones?
Para la FAO todo esto es consecuencia de la falta de inversión en agricultura, tanto pública como privada en los países en desarrollo, y la falta de ayuda a la cooperación.
Desde hace 25 años todos los indicadores respecto a la inversión en agricultura y a la ayuda han disminuido en los países en desarrollo, por lo que la solución más duradera y sostenible pasa por aumentar la inversión pública y privada en la agricultura y mejorar la capacidad de apoyo y ayuda.

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