En el marco de BioComunica 2020, celebrado virtualmente el pasado 28 de septiembre, el genetista y divulgador científico Lluís Montoliu (CNB-CSIC y CIBERER-ISCIII) analizó las claves de la ética científica, las normas establecidas que deben cumplirse para evitar conductas inaceptables que pueden llegar a darse en la ciencia. Ética que es aún más relevante en un momento de pandemia como el que vivimos con la COVID-19. La urgente necesidad de una vacuna no puede justificar que se aceleren procedimientos o que se vulneren límites éticos.

El científico reconocía que “aunque haya gente que vea los comités éticos como un freno, en tiempos de COVID-19 son más importante que nunca, tenemos que garantizar la eficacia de los desarrollos biotecnológicos y ante todo tenemos que garantizar su seguridad”. Y remarcó que tanto la ciencia como los científicos tienen límites porque no todo es posible. “Tenemos un marco de trabajo, tenemos unas normas, unos compromisos y unas recomendaciones éticas que tenemos que cumplir”, añadió.

Montoliu aplicó el “vísteme despacio que tengo prisa” a la ciencia (“investígame despacio, que tengo prisa”) y reconoció que es necesario explicar a la sociedad que la ciencia es mucho más complicada de lo que parece ser. “Hemos vendido que somos superhéroes que podemos hacerlo todo, pero por desgracia no es así. Una de cada tres personas desarrollará cáncer a lo largo de sus vidas. No hemos podido impedir la muerte de más de 1 millón de personas por el coronavirus SARS-CoV-2. Datos como estos son una lección de realidad que deberíamos saber trasladar a la sociedad, que sepan que no lo sabemos todo”.

La COVID-19 ha puesto a prueba a la ciencia, exigiendo resultados en tiempo récord para acabar con una pandemia que ha cambiado el mundo por completo. Pero pese a la urgencia de una solución, Lluís reconocía que “tenemos que ir con muchísimo cuidado y cumplir todos los protocolos establecidos”, transmitiendo a la sociedad que la investigación científica debe trabajar así y que la ciencia no entiende de atajos.

“Hay países que están comprando lotes de vacunas contra la COVID-19 que todavía no sabemos si van a funcionar”, explicaba Lluís Montoliu, reconociendo que, ”a veces las cosas no salen como uno piensa y un protocolo de vacunas debe interrumpirse porque han aparecido datos que son distintos de lo que uno esperaría”, interrupciones que lo que demuestran es que la ciencia funciona correctamente. En esta línea reconoció el temor de la comunidad científica a explicar que existe la probabilidad de que no se llegue a conseguir la vacuna deseada.

También habló de la experimentación animal, defendiendo la lucha por la transparencia y la comunicación constante para que la sociedad sea consciente de que “un medicamento no es mejor por no haber sido testado en animales, sino todo lo contrario”.

Además, puso sobre la mesa el debate ético de quién debería recibir las vacunas contra la COVID-19 en primer lugar. Son muchos los que creen que los colectivos más vulnerables (personas de mayor edad, sanitarios, etc…) deben ser los primeros, pero recordaba que esta posición es propia del primer mundo. “Si nos vamos a África encontramos países sumamente jóvenes y casi sin tejido sanitario. Por eso el orden de vacunación debería ser diferente en función del país y sus respectivas características sociales y culturales”, concluía.

Compartir en redes sociales

Array