El pasado 20 de enero de 2017, el Ideal de Granda publicaba un artículo titulado ‘El futuro es transgénico’ firmado por el periodista Luis Alfonso Gámez, en el que se realiza un brillante repaso a lo que se esconde tras los mitos que rodean a los transgénicos. El artículo toma como punto de partida la investigación realizada por estudiantes de 4º de Eso del Colegio La Salle Beasaín (Guipúzcoa) al darse cuenta del desconocimiento que envuelve esta tecnología. Tras hablar con científicos y expertos en la materia, los alumnos llegaron a la conclusión de que “los peligros que se asocian a los transgénicos carecen de fundamento”. En casi 20 años de investigación y uso de transgénicos no se ha registrado en todo el mundo ningún problema sanitario ni ecológico, y eso que son objeto de férreos controles.

El periodista resalta que la ingeniería genética es la herramienta más precisa de las que disponemos para modificar plantas y animales que cubran las necesidades de una humanidad en crecimiento. “Durante miles de años el ser humano ha modificado especies mediante cruces sin saber muy bien lo que hacía (…) Mediante hibridación nuestros antepasados aprendieron hace miles de años a modificar especies a su gusto y no sólo vegetales, ahí está el perro, un lobo que hemos cambiado hasta extremos increíbles”. La ingeniería genética es un paso más en una larga historia evolutiva de mejora de especies dirigida por el hombre.

“No hay en la naturaleza nada parecido al fresón, el plátano, el tomate o la patata que usted compra en el súper o la tienda ecológica. Son creaciones humanas a partir de especies silvestres pequeñas, venenosas o no comestibles”, explica el periodista, quien resalta que existen transgénicos anteriores a la ingeniería genética. Pone de ejemplo la naranja, que nació al hibridarse accidentalmente un pomelo y un mandarino hace unos 3.000 años en China y que un agricultor perpetuara su especie. “Vivimos en un mundo transgénico” en el que desde los billetes de euro (hechos con algodón transgénico) hasta la insulina (producida por variedades transgénicas de la bacteria Escherichia coli) son transgénicos.

LOS TRANSGÉNICOS

“Con los transgénicos no se busca por ahora cambiar el sabor del alimento. Al mejorar genéticamente una planta se puede pretender que sea resistente a plagas o a herbicidas, que consuma menos agua, que se adapte mejor a un suelo determinado, que genere alguna sustancia que supla una carencia nutricional. La tecnología que se utiliza en los organismos modificados genéticamente es un avance más en lo que el ser humano lleva haciendo desde que domesticó hace unos 10.000 años las primeras plantas y animales: alterar sus genes para adecuarlos a sus necesidades”, explica el periodista.

Merche de Renobales, catedrática jublidada de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad del País Vasco, reconoce que “nada de lo que hay en el supermercado es natural”, ni siquiera los productos que se venden en las tiendas ecológicas. “El trigo duro, la variedad que se usa para la pasta, tiene cuatro genomas diferentes que le han llegado de cruces espontáneos de dos variedades diferentes, cada una con sus dos genomas. El trigo con el que se hace el pan de todos los días tiene seis genomas de tres especies diferentes”, explica.

TRANSGÉNICO Y ECOLÓGICO

Dentro de los mitos que envuelven a los transgénicos está su incompatibilidad con lo ecológico. La bioquímica vasca no sólo defiende su compatibilidad, sino que además está convencida de que la agricultura ecológica tendría que usar semillas transgénicas para ser aún más sostenible. “No hay ninguna razón científica para que la agricultura ecológica no use los transgénicos resistentes a insectos, virus y enfermedades, los tolerantes a la sequía y los que aportan mejoras nutricionales”. Con estas semillas se consigue aumentar la productividad reduciendo pérdidas, a la vez que mejora la calidad nutricional de los productos.

En su exposición pone como ejemplo el del maíz Bt, un transgénico que produce una proteína de origen bacteriano que hace que, cuando lo muerde la plaga del taladro el insecto muera. El Bt del nombre se refiere a Bacillus Thuringiensis, la bacteria que produce un veneno natural para ciertos insectos. Pues bien, los ecologistas se oponen al uso de este maíz por ser transgénico pero fumigan sus plantaciones de maíz ecológico con Bacillus Thuringiensis, que al emplearse así es menos efectivo.

El artículo concluye reconociendo que la ingeniería genética permite a los científicos mejoradores de plantas saber en todo momento lo que hacen: qué gen han modificado o cambiado y revertir el proceso si fuera preciso. Una precisión que no se ha tenido nunca antes en esta larga historia de mejora vegetal y animal por parte del hombre. La ciencia avala que los transgénicos son tan seguros como un cultivo convencional o ecológico, pero aún existe mucho desconocimiento social en torno a los transgénicos en particular, y a lo que comemos en general. El 65% de los españoles cree que los tomates que come no tienen genes, frente a los producidos por ingeniería genética que sí los tienen. Aún queda mucho trabajo por hacer para informar a una sociedad en la que en muchos momentos el sensacionalismo tapa la voz de la ciencia.


EL FUTURO ES TRANSGÉNICO

Luis Alfonso Gámez

Ideal de Granda

20 de enero de 2017 | Pags. 12 y 13

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