El estudio dirigido por el francés Gilles-Eric Seralini publicado ayer en la revista Food and Chemical en el que se apuntaban riesgos de salud por el consumo de maíz modificado genéticamente ha sido fuertemente criticado por la comunidad científica. Los expertos afirman que el estudio publicado contiene inexactitudes científicas que inducen al resultado obtenido.

El estudio analiza los efectos del consumo de un maíz modificado genéticamente cuya seguridad ya ha sido evaluada y confirmada en repetidas ocasiones por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA). En países como Estados Unidos se lleva más de 20 años consumiendo organismos modificados genéticamente sin que se haya detectado ningún efecto adverso.

A continuación se resumen las inexactitudes científicas del estudio de Gilles-Eric Seralini que la comunidad científica ha criticado:

  • El análisis estadístico es cuestionable o incorrecto. El tamaño de la muestra es demasiado pequeño y el grupo de control es inadecuado para extraer conclusiones generalizables.
  • El maíz como única dieta alimenticia de las ratas no es un punto de análisis realista. Además, el estudio no indica la cantidad de maíz con la que se alimentó a las ratas durante el estudio.
  • El informe no sugiere que los efectos tumorales en las ratas fueran causados por la ingesta de maíz modificado genéticamente.
  • La elección del tipo de rata usado para el experimento es inadecuada. Las ratas usadas son muy propensas a sufrir tumores cuando no se les limita la ingesta de alimentos.
  • En algunos medios se hablan de que el 86% de las ratas macho y el 72% de las ratas hembra sufrieron tumores dos años después de empezar a alimentarse con maíz modificado genéticamente. Estos datos no aparecen en ningún punto del estudio.
  • No existe un grupo de control adecuado, por lo que los resultados no son extrapolables.
  • El estudio se proclama como el primer estudio en estudiar los efectos del consumo de maíz modificado genéticamente en animales, algo que es falso. El estudio no hace referencia alguna a los cientos de informes científicos que han demostrado que el consumo del maíz modificado genéticamente no alberga ningún riesgo adicional al del maíz convencional.
  • Los datos que sustentan las conclusiones del estudio no han sido difundidos. Desde un punto de vista científico esto sugiere que hay algo que esconder en la metodología.
  • El estudio debía haber sido validado por la comunidad científica antes de su publicación, paso que el equipo francés rechazó acudiendo directamente a los medios de comunicación.
  • Los investigadores científicos tienen una larga trayectoria en la lucha contra los organismos modificados genéticamente. El equipo que ha realizado este estudio está financiado por minoristas franceses y organizaciones no gubernamentales contrarias a esta tecnología con estrechas vinculaciones a Greenpeace, el sector productor ecologista y a la política nacional.
  • El lanzamiento del informe a los medios de comunicación ha coincidido con una protesta de ecologistas en Bruselas pidiendo una reforma de la alimentación. Este panorama mediático sugiere una intención por parte de los investigadores de buscar impacto mediático dejando la rigurosidad científica de lado.
  • La distribución de imágenes visualmente fuertes y agresivas vuelve a demostrar que las intenciones de los autores del estudio son muy distintas a las científicas.

Tras haber sido declarada ilegal la prohibición de Francia del cultivo de transgénicos por parte de la Comisión Europea, el Consejo de Estado Francés y el Tribunal de Justicia Europea, Francia vuelve a acogerse ahora al a cláusula de salvaguarda en base a este nuevo estudio. Pese a que la seguridad de este maíz modificado genéticamente esté demostrada internacionalmente y que el estudio no haya sido respaldado por la comunidad científica, Francia sigue imparable en su lucha contra los transgénicos.

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