Este domingo, 22 de abril, se ha celebrado el Día Mundial de la Tierra, con el objetivo de concienciar a la población mundial de los peligros que asolan a nuestro planeta, remover su conciencia para actuar de forma sostenible y tratar de frenar los daños más graves de los que se resiente la Tierra. Ante esto, la biotecnología tiene algo que decir. Los cultivos mejorados genéticamente pueden ser una herramienta muy útil en la lucha contra el efecto invernadero y el creciente cambio climático.

Así lo considera el investigador en mejora genética Dr. Paul Christou, quien ha trabajado en la Unidad de Biotecnología Molecular del John Innes Centre (Reino Unido) y que actualmente desarrolla su labor científica en la Universidad de Lérida. A su juicio, los cultivos biotecnológicos “pueden contribuir a reducir los gases que ocasionan el efecto invernadero y el cambio climático”, puesto que permiten ahorros permanentes en las emisiones de dióxido de carbono, gracias a que requieren un uso reducido de productos fitosanitarios.

Asimismo señala que los cultivos mejorados genéticamente para resistir herbicidas permiten ahorros de CO2 equivalentes a eliminar de las carreteras 4 millones de coches. Por otra parte, asevera que “los alimentos derivados de cultivos transgénicos son mucho más seguros que cualquier otro alimento que comemos”, debido a las “reglas draconianas” de evaluación que se han establecido sobre ellos.

Por último, recuerda la sostenibilidad medioambiental de los productos biotecnológicos: “Los cultivos transgénicos resistentes a la sequía y salinidad permiten la siembra en terrenos marginales. Así, se consigue cultivar en áreas baldías, lo que tiene ventajas económicas, medioambientales y referentes a la biodiversidad”.

Agricultura de conservación

Otro medio para frenar el cambio climático es la técnica de la siembra directa. Ésta, también llamada ‘agricultura de conservación’, resulta más sencilla si se cultivan variedades mejoradas genéticamente. Entre las bondades de la siembra directa figuran las siguientes: compatibiliza mejor con la fauna, reduce la erosión y permite ahorros en el combustible de hasta 60 litros por hectárea y año. 

Además, un estudio realizado por investigadores de Córdoba y Sevilla, liderados por la Dra. Rafaela Ordóñez, muestran que tras 21 años de siembra directa, el contenido en materia orgánica del suelo aumenta en 18 toneladas por hectárea. Asimilando la materia orgánica al CO2 que emiten los coches, esto supondría que la conversión de una sola hectárea podría compensar las emisiones de un coche que emita 130 gramos de carbono por cada kilómetro, durante más de 138.000 kilómetros.

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