Impacto siembra directa

En el marco del ‘Congreso Europeo sobre Agricultura de Conservación: avanzando hacia la sostenibilidad agroambiental, climática y energética’, que se celebra en Madrid desde el pasado lunes, tuvo lugar la conferencia ‘Perspectivas para la Agricultura de Conservación con variedades transgénicas en Europa: gestión responsable y comunicación’ a cargo de Jaime Costa, Director de Asuntos Regulatorios y Científicos de Monsanto.

En su exposición, profundizó en el papel que están jugando los transgénicos en la agricultura de conservación, facilitando la conservación de rastrojos sobre el suelo y reduciendo las emisiones de CO2 al reducir las labores. Quiso resaltar los datos publicados en la revista Science en los que se reflejaba cómo en el año 1996 el laboreo convencional dominaba a la siembra directa en Estados Unidos, mientras que en el año 2001, a consecuencia del importante desarrollo de la soja transgénica resistente a herbicidas, esta tendencia se invirtió con cuatro veces más de superficie usada en siembra directa que con la siembra convencional.

A día de hoy se siembran en el mundo más de 110 millones de hectáreas de cultivos transgénicos tolerantes a herbicidas, que en muchos casos coinciden con los 117 millones de hectáreas sembradas con agricultura de conservación. El 77% de la soja mundial es transgénica, y cultivos como el algodón, el maíz o la remolacha cada vez tienen más presencia y se van haciendo más fuertes en aquellos países donde se permite su cultivo.

En su exposición, Jaime Costa abordó el riesgo de generación de resistencias al glifosato por su uso reiterado, que puede ocurrir tanto en cultivos transgénicos como convencionales. Sobre esto, quiso aclarar que en los cultivos transgénicos se está recomendando la alternancia de productos y de esa manera frenar cualquier resistencia que pudiera aparecer. Pero quiso hacer hincapié en que en la actualidad “el problema es muy limitado, como lo demuestra su creciente uso por parte de los agricultores y las variedades tolerantes a glifosato son una herramienta para resolver problemas de resistencia a otros herbicidas”.

En esta línea cuestionó el respaldo de la Unión Europea por esta agricultura, pues actualmente sólo representa el 1% de la tierra cultivada en las fronteras comunitarias, frente al 47% alcanzado en América. Para concluir, mostró su esperanza en que, después de recibir la Opinión científica favorable de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) en mayo de 2009, el maíz resistente a herbicida sea aprobado en 2011 y pueda ser cultivado a partir de entonces.

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