[[ NOTA DE PRENSA ASOCIACIÓN PRObio ]]

Los agricultores que cultivamos maíz nos encontramos en plena época de siembra. Buena parte de nosotros lo hacemos con variedades modificadas genéticamente. Más del 97 por ciento de los agricultores que hemos sembrado semillas transgénicas repetimos libremente su siembra al año siguiente, tanto en España como en el resto de los más de 15 millones de agricultores que lo hacen en todo el mundo. Desde la Asociación PRObio queremos rebatir la información falsa que algunos colectivos aportan en nombre de los agricultores españoles.

En primer lugar los agricultores que compramos y sembramos semillas transgénicas, más caras, lo hacemos y repetimos porque nos genera mayores beneficios al final de la campaña que las semillas convencionales.

En segundo lugar, con respecto a la única modificación genética que en la actualidad pueden incorporar las variedades comerciales y que hacen a la planta resistente a una plaga llamado taladro, tenemos que resaltar el gran ahorro que nos supone tanto en gastos energéticos, por menores labores agrícolas, como en depreciación de maquinaria y en uso de plaguicidas, ya que suprimimos de forma radical la aplicación del producto que en caso de no tener esta semilla tenemos que utilizar.

Por otro lado, evitamos las fuertes pérdidas de cosecha en caso de ataque del taladro y no uso de esta tecnología. Pero no sólo defendemos desde la Asociación PRObio el uso del maíz transgénico por experiencia propia, sino que demandamos a las autoridades la liberalización del mercado y la aprobación de aquellos eventos transgénicos que ya han pasado todas las autorizaciones y procesos de validación científica.

Tenemos que recordar la gran necesidad qua para poder ser competitivos en los mercados internacionales tienen nuestros compañeros que cultivan algodón y los remolacheros, solo por poner dos ejemplos.

El algodón transgénico Bt resistente a plagas y la remolacha tolerante a herbicidas ya están implantadas a nivel mundial y permiten obtener a nuestra competencia producciones mucho más elevadas con menor impacto ambiental. En el caso del algodón, más del 60 por ciento de la producción mundial es transgénica. Se trata de un importante agravio comparativo, sobre todo si se considera que los productos obtenidos de estas producciones sí pueden entrar libremente en el mercado europeo.

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