Uvas de mesa sin pepitas, melones más pequeños, lenguados más sabrosos o aceitunas más fáciles de recoger; son algunas de las aplicaciones de la biotecnología, presentes ya en la cesta de la compra y en productos de consumo diario.

Estos avances son fruto de los proyectos de biotecnología de la Fundación Genoma, que estudia el mapa genómico de determinados productos con el objetivo de mejorarlos para su consumo.

“Desde que el ser humano domina el mundo, ha tratado de domesticar a plantas y animales para su beneficio y, con ello, ha protagonizado tal proceso de mejora genética que los alimentos que hoy conocemos apenas tienen que ver con los primitivos”.

Así se ha expresado, en declaraciones a EFE, el director gerente de la Fundación Genoma, Fernando Garcés, quien ha destacado que los intereses de España en biotecnología están relacionados con el liderazgo en agroalimentación, sector que representa el 20 por ciento del PIB.

BIOTECNOLOGÍA

Gracias a la biotecnología, el proceso de mejora genética se ha acelerado y ha permitido detectar el ADN de estos alimentos, logrando “disponer de una seguridad alimentaria que jamás habíamos conocido”, ha manifestado Garcés.

Financiada con fondos públicos y privados, la Fundación Genoma centra sus investigaciones en aquellos aspectos de los alimentos que despiertan mayor interés entre los propios productores.

Así, el estudio del lenguado, denominado ‘Pleurogene’, ha permitido desarrollar su mapa genético y seleccionar los reproductores de alevines “más vivaces y fuertes” para reducir las malformaciones y controlar el cultivo de la especie en cautividad.

“España podría liderar pronto la producción de lenguado en el mundo” ha dicho Garcés, quien cree que esta investigación podría extenderse a la merluza, un pescado “con unas magníficas cualidades que está desapareciendo”.

Entre los aspirantes a participar en el estudio, también figuran el pulpo, la sepia o el choco aunque “primero habrá que lograr que vivan en cautividad y se sientan a gusto para reproducirse”.

El aceite de oliva y la aceituna de mesa son protagonistas del proyecto “Oligen”, puesto en marcha este año, que estudia cómo lograr que el fruto caiga más fácilmente o que el árbol pueda crecer en forma de seto para mejorar la recogida mecanizada.

UVA DE MESA

Otro proyecto de esta fundación es ‘GrapeGen’, un estudio sobre la uva de mesa que ha identificado los genes y proteínas asociados con los rasgos de calidad de la vid.

Según Garcés, “se han generado más de 30.000 secuencias de genes y hemos encontrado 2.715 genes nuevos que están relacionados con el desarrollo de la vid”.

Así, los investigadores han podido desarrollar un “bio-chip” para obtener mayor información genética con el propósito de mejorar la calidad organoléptica (color, sabor y textura) del fruto y controlar los factores climáticos como el estrés hídrico o la excesiva insolación”.

El estudio de 600 variedades de uva ha concluido que “cruzando muy pocas variedades podemos obtener otras nuevas que si logran ser crujientes, sin pepitas o con antioxidantes permitirán modificar el mercado y obligar a las demás compañías a pagar ‘royalties'”.

Estos resultados serán aprovechados por un proyecto que investigará el impacto del cambio climático en la producción de la uva mediante el estudio de los genes implicados en su maduración en condiciones climáticas extremas.

BIOENERGÍA

Por otra parte, la Fundación Genoma también ha anunciado que el próximo año convocará un concurso para desarrollar un investigación en bioenergía a partir de algas o enzimas.

Garcés ha subrayado “el liderazgo mundial de empresas españolas, como Abengoa y Repsol, en la producción de biodiesel” y ha considerado que podrían beneficiarse de este tipo de investigación y aliviar el déficit energético de España.

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