En el marco del Consejo Mundial de Academias de Ingeniería (CAETS) que se está celebrando esta semana en Madrid, en la mañana de ayer tuvo lugar un panel de expertos internacionales sobre seguridad alimentaria y nuevas técnicas de mejora genética. Ponencias en las que se destacó el valor de la mejora genética en la producción alimentaria, ofreciendo soluciones ante los retos de seguridad alimentaria que plantea una población en constante crecimiento y un sector agrario cada vez más azotado por los efectos del cambio climático. Retos que demandan un cambio tecnológico en toda la cadena agroalimentaria.

Louise O. Fresco (Presidenta de la Junta Ejecutiva del Wageningen University & Research) resaltó que la genética, la digitalización, el Big Data, o la robótica serán elementos claves en este cambio tecnológico de la cadena agroalimentaria. Un cambio que tirará de muchas disciplinas para garantizar la seguridad alimentaria. Según la experta, las nuevas técnicas de mejora genética ayudarán a domesticar las bacterias (vegetales, humanas y animales), las cuales producen proteínas que permitirán solucionar grandes problemas actuales.

En esta línea, demandó que las nuevas tecnologías de mejora genética no se enfrenten a los problemas regulatorios que frenan a día de hoy el avance de los organismos modificados genéticamente (OMGs). “Tenemos que adaptar la legislación para que no se frente la innovación”, reconoció, defendiendo siempre la base científica que garantice la seguridad.

También recordó que la tecnología avanza tan rápido que es un reto el comunicar para que la sociedad no se quede atrás en la comprensión de la innovación. Una comunicación que no es nada fácil, ya que todo lo relacionado con los alimentos tiene un factor emocional muy fuerte. “Hay que comunicar que la alimentación es tradición, pero también innovación”, señaló. Sobre las nuevas tecnologías de mejora genética

Por su parte, Marion Guillow (Presidenta de la Junta Directiva de Agreenium, el Instituto Francés de Agricultura, Veterinaria y Silvicultura) reconoció que la seguridad alimentaria se ve amenazada por su accesibilidad, calidad, uso y cantidad, condicionada directamente por elementos como la disponibilidad energética o el cambio climático. Por ello hay que trabajar por garantizar la seguridad alimentaria de una forma sostenible, prestando especial atención en la utilización de recursos, la nutrición y el sustento de todos los actores implicados en la cadena.

Preguntada sobre la situación de los OMGs en la Unión Europea, Guillow reconoció que a nivel europeo están bloqueados, pese a que la comunidad científica lleva años explicando la realidad de esta tecnología segura que debe ser analizada caso por caso.

El investigador Peter Beyer (co-creador del arroz dorado) resaltó el valor de la domesticación de las plantas con el nacimiento de la agricultura, que permitió una mayor productividad y mejoras en las labores agrarias. Además, hizo referencia a la Revolución Verde, una innovación que hay que volver a realizar ahora ante los nuevos retos que se nos presentan, aunque en esta ocasión con técnicas diferentes. “Necesitamos una revolución genética, la producción agraria se tiene que duplicar de aquí a 2050”, señaló.

No quiso olvidar las diferencias en seguridad alimentaria entre los países desarrollados y en vías de desarrollo, resaltando el valor que la mejora genética puede tener a la hora de luchar contra deficiencias de ingesta de elementos clave como puede ser la Vitamina A, hierro, zinc, o aminoácidos esenciales. De ahí el valor de variedades como el Arroz Dorado, enriquecido en Vitamina A y capaz de combatir la fuerte carencia de esta vitamina en la dieta diaria de sociedades en países subdesarrollados, carencia que hace que unos 500.000 niños en todo el mundo pierden la vista cada año.

Concluyó recordando que la mejora genética puede romper la barrera actual de rendimientos a la vez que mejora la nutrición, aunque se enfrenta a un gran problema: los costes inasequibles derivados de una regulación excesiva. Falta apoyo político y financiación para las nuevas tecnologías de mejora genética. Además, hay que trabajar para que los riesgos percibidos no sean entendidos por la sociedad como riesgos reales, algo que intentan hacer ver así las campañas anti-ciencia europeas.

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