En plena cosecha del maíz, único cultivo modificado genéticamente que se cultiva en España, la Fundación Antama quiere recordar que las semillas modificadas genéticamente son una herramienta a la que ni el sector agrario ni la sociedad debe ni puede renunciar.

Con un objetivo para el año 2050 de 9.300 millones de habitantes en todo el mundo, una necesidad de incrementar la producción de alimentos en un  70 por ciento y una capacidad de aumentar la superficie agraria mundial del 5 por ciento, es imprescindible apostar por todas las tecnologías que la ciencia haya acreditado como seguras

Estas tecnologías permiten producir más alimento por unidad de superficie y favorezcan la sostenibilidad ambiental de nuestro campo. La biotecnología agraria juega un papel clave en el aumento de la productividad, reduciendo la necesidad de poner en cultivo más superficie y ayudando a conservar la biodiversidad.

Los cultivos modificados genéticamente optimizan la necesidad de aplicación de tratamientos fitosanitarios, reduciendo de manera clara la utilización de productos químicos y el número de tratamientos a dar.

Se estima que en el periodo 1996 – 2010, la utilización de este tipo de semillas redujo la utilización de pesticidas en más de 438.000 toneladas, se evitó poner 89 millones de hectáreas en cultivo debido a la mayor productividad y, hasta el año 2008 se redujeron en más de 3.100 millones los litros de combustible por no laboreo o mínimo laboreo.

Estudios realizados por PG Economics concluyeron que los cultivos modificados genéticamente resistentes a las plagas y tolerantes a herbicidas han reducido la necesidad de aplicar pesticidas y permitido a los agricultores utilizar herbicidas de baja toxicidad.

La biotecnología agraria ha reducido las aplicaciones de pesticidas entre 1996 y 2010 en 438 millones de kg – una disminución del 8,6% – y esto ha disminuido el impacto ambiental asociado a las aplicaciones de herbicidas e insecticidas en la superficie sembrada con cultivos biotecnológicos en un 17,9%. , y permite además que las medidas de control de plagas sean más precisas y reduzcan el impacto sobre las especies no diana.

Los estudios muestran de manera concluyente que la biotecnología beneficia la biodiversidad de muchas maneras. La biotecnología agraria contribuye a poner en práctica técnicas que reducen o eliminan el laboreo del suelo, lo que favorece la estructura del mismo ayudando a conservar su capa superficial y su contenido de humedad.

Estas prácticas, junto con la reducción de las aplicación de fitosanitarios, han desempeñado un papel importante en el mantenimiento de los hábitats de las diferentes especies silvestres. Pero frente a un desarrollo tecnológico imparable, con 161 millones de hectáreas cultivadas por 16,7 millones de agricultores durante 2011, en la Unión Europea seguimos en el vagón de cola con poco más de 125.000 hectáreas.

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