Gonzaga Ruiz de Gauna, Ingeniero Agrónomo gestor de I+D especializado en Biotecnología y coordinador de la Plataforma de Tecnología Española de Biotecnología Vegetal (Biovegen), ha compartido con Fundación Antama su punto de vista personal sobre la biotecnología agraria y alimentaria y la situación de la investigación en este sector. El experto analiza también la situación actual de esta tecnología en España y su papel ante los principales retos a los que se enfrenta la agricultura y la alimentación a día de hoy.

¿Confía la sociedad española en la ingeniería genética vegetal?

A nivel de productores, los agricultores confían en estas tecnologías y las demandan cada vez más en todo el mundo. En España, un reciente informe del INIA indica que los agricultores españoles que utilizaron maíz Bt en 2012 tuvieron un margen de beneficios superior a los 95 € por hectárea, en total más de 11 millones de €. A nivel de opinión pública, percibo que a medida en que se aumenta el conocimiento sobre estos temas se va notando un cambio de pareceres, ya tienen cabida muchos más matices donde antes solamente encontrábamos un “no” rotundo e irracional a los transgénicos

¿Es la biotecnología agraria una tecnología segura?

Los productos obtenidos a través de estas tecnologías son los más evaluados de la historia de la alimentación, por agencias como la FAO, la USDA americana, la EFSA europea. No existen informes serios que cuestionen la seguridad de los alimentos transgénicos. Los estudios que afirman lo contrario (ver lo último de Seralini) son fácilmente desmontados por su escaso rigor y calidad científica, por su claro sesgo a priori. Y los riesgos que tienen son los mismos que siempre ha tenido la agricultura convencional. Además, otro tema es la obsesión de nuestra sociedad por el riesgo cero, eso no existe.

¿Apuesta el Gobierno español por la investigación en esta área?

Las últimas manifestaciones del Ministro de Agricultura, Miguel Arias Cañete, a este respecto así lo indican; de hecho en un reciente evento sobre agricultura al que tuve la oportunidad de asistir, el Ministro se posicionó claramente a favor de de la biotecnología y los organismos genéticamente modificados (OMGs) como herramienta clave para la intensificación sostenible de la producción agrícola. Sin embargo, a nivel público se sigue invirtiendo muy poco en I+D (en 2011, 1.33% del PIB frente a la media del 2% de la UE-27), y esta inversión además va a peor (recortes acumulados desde 2009 de en torno al 35%).

¿Cuál es el papel de la biotecnología vegetal ante los retos agrarios y alimenticios?

El aumento previsto de la población mundial, la creciente demanda de alimentos, el cambio climático y la escasez de recursos hace vital el uso de todas las tecnologías a nuestro alcance para intensificar la producción de manera respetuosa con el medio ambiente. En esta situación, se hace indispensable cambiar el modelo de producción actual y desarrollar variedades no únicamente ateniéndose a criterios puramente productivos, sino también prestando una especial atención a sus características adaptativas a los distintos tipos de suelo y condiciones ambientales.

En pocas palabras, conseguir que  la planta se adapte al suelo; solamente con este cambio de paradigma productivo se conseguirá mantener y aumentar la producción. Resumiendo, mayor producción a menor coste. Y aquí la biotecnología vegetal tiene muchísimo que decir,  mejorando aspectos de productividad (desarrollo, sanidad vegetal, eficiencia de recursos, fisiología postcosecha…), calidad (nutrición, cualidades organolépticas, IV y V gama…) y de nuevas aplicaciones (cultivos industriales, bioenergéticos, plantas como biofactoría de sustancias de alto valor añadido…).

¿Por qué la Unión Europea se muestra cautelosa a apostar fuertemente por esta tecnología?

Entiendo que por cuestiones de opinión pública y por razones políticas y comerciales, no por motivos científicos. Hasta ahora la opinión pública europea ha considerado que la producción de alimentos es un sector cubierto, por tanto, la reacción inmediata es “que no toquen los alimentos, que no hagan nada raro”. Cuando “tocarlo” para mejorarlo y hacerlo más eficiente es lo que ha hecho el hombre desde el principio de los tiempos a través de la agricultura.

De hecho, la base de la actividad y el progreso humano es la modificación del entorno: desarrollar herramientas y tecnología para imponerse a los aspectos negativos de la naturaleza y adaptar el medio ambiente. Técnicas que están plenamente aceptadas en el campo de la medicina y salud humana. En este contexto de rechazo a estas tecnologías, los políticos piensan en clave electoral y no se posicionan a favor por miedo, para ellos este tema les puede restar votos. Y en cuanto a razones económicas, aparece una intención de proteccionismo, teniendo en cuenta también la fuerza de la industria y el mercado europeo de productos ecológicos.

¿Compiten los agricultores europeos en condiciones de igualdad?

No, ya que la legislación actual les impide un acceso sencillo a estos cultivos. Los OMGs ya están presentes en 28 países, tanto desarrollados, como emergentes y en vías de desarrollo. Ocupan un área de 170,3 millones de hectáreas en el mundo según datos de ISAAA. Y estos datos aumentan año a año. Por tanto, parece una tecnología cada vez más reclamada, y sin embargo en Europa seguimos teniendo esta legislación tan restrictiva y lenta, con cláusulas de salvaguardia en cada país de la UE.

Seguimos poniendo enormes trabas para su producción en Europa (que no para su importación, que se hace de forma masiva) mientras que cada vez más países apuestan por la producción de transgénicos. Pero en general, veo que la legislación que tiene que ver con la gestión de la ciencia es lenta, muy burocrática y a veces poco transparente, algo de lo que por otra parte adolece toda la política comunitaria.

¿Cambiará esta situación en un futuro próximo?

Estoy convencido de que sí, no hay otra posibilidad. A la vista de las desafíos futuros que comentaba antes (aumento de la población mundial, más demanda alimentaria y de mejor calidad, cambio climático, escasez de recursos agrícolas…) es previsible un encarecimiento de la producción, que conducirá a un replanteamiento por parte de los ciudadanos sobre el rechazo de estas tecnologías. Las generaciones venideras se preguntarán cómo era posible que nos opusiéramos a los OMGs, como ahora lo pensamos de los que se opusieron a la electricidad o la oposición al consumo de tomate en Europa durante varios siglos por considerarlo tóxico al ser de la familia de las solanáceas.

Cuanto más buceo en opiniones anti-transgénicos, más creo que son posiciones a priori, basadas en creencias y no en datos y evidencias científicas, y que no están dispuestos a aceptar datos científicos en contra. En el mejor de los casos, es una lucha entre fe y razón, entre creencia y ciencia, y en el peor de los casos directamente una pelea comercial disfrazada. Entiendo a quien se pueda mostrar reticente, pero desde una posición desprejuiciada y dispuesta a escuchar argumentos a favor y en contra, cuestionarlo todo para posteriormente formarse una opinión. Eso es precisamente el espíritu crítico, científico, que hace progresar a la sociedad. Esto me parece importante no sólo en este área sino como postura vital.

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