Muchos ciudadanos se quedan perplejos ante ciertas decisiones que toman a veces algunos políticos. Cuando mandan, a menudo hacen lo correcto, es decir, cumplen su función moderadora, aunque lo que al final deciden no guste siempre a todo el mundo. Todos tenemos que comprender lo que se llama “un mal menor”. Si no es posible hacer el bien completo, el bien indiscutible, quizás necesitemos un “mal menor” para evitar desastres. 

La agricultura, como el todo el mundo sabe, es un sector “difícil”. De repente recomiendan a la gente “no sembrar”: No vale la pena. A los pocos años resulta que “falta territorio”. O sea, que habría que sembrarlo absolutamente todo y aún faltaría sitio. Habría que talar los bosques y las selvas que aún tenemos para lograr un tonelaje suficiente. 

    Hace unos días un importante técnico, especializado en la gestión de aguas, proponía abandonar los regadíos para vender el agua a las ciudades, industrias y establecimientos turísticos, y convertir el regadío en secano. Las consecuencias de esta luminosa idea no son difíciles de predecir. Cada hectárea que convirtamos de regadío en secano representará la muerte rápida (así de seguro) de 4 personas en alguna parte del mundo. El regadío da de comer a 6 personas por hectárea cada año, ¡Y el secano no llega a 2! Bueno, pues hagamos caso a este gran técnico y que se muera la gente de hambre. Pero es que además la opinión pública debe saber que el CO2 de la atmósfera aumenta unas 2 partes por millón cada año; si triunfa la idea de “dejar pasar el agua sin más” en seguida serán 2,5 partes por millón y subiendo. Garantizado. El regadío liquida cada año de la atmósfera casi 40 toneladas de CO2 por hectárea, y el secano quizás unas 8, con suerte.

    El flamante Presidente de Francia, el triunfador Sr. Sarkozy, que además de primero de la clase ha sido esforzado caballero rescatando personas secuestradas en cualquier confín del Universo, y no contento con esto, ha conquistado como compañera a la indiscutible primera dama europea, que se codea sin problemas con la mismísima Reina de Inglaterra; bueno, pues este gran señor e insuperable estadista acaba de prohibir la siembra de semillas transgénicas este año en Francia. Así de repente, ha dado este golpe de timón. ¿Y qué importancia tiene esto? Bueno, para la gente de la calle, ninguna. Qué más da que se autoricen o prohíban semejantes cosas.

    En el supermercado de la Avenida Wagram sigue habiendo de todo. Pero da la casualidad que en el mundo existen ya 120 millones de hectáreas de estas plantas y la tendencia es creciente. En Francia, por el contrario, se han prohibido (para la siembra de este año). Y ¿por qué se han prohibido? Pues porque algunos grupos de presión amenazaron al Sr. Sarkozy. Vaya por Dios. Me parece que hay que prohibir las cosas si son malas o poco recomendables, y no porque un grupo de presión lo imponga. Vamos a ver: ¿Es que eran nocivas esas plantas para la salud? No. En modo alguno. Se siguen consumiendo. Solo se prohíbe la siembra, y se siguen importando de cualquier mercado. Luego no son nocivas. Tan solo se trata de una “lucha de poder”. Resulta que estos grupos de presión amenazaban al gobierno francés con desencadenar una guerra para cerrar las centrales nucleares. Y la transacción fue ésta: ¡Dejar las nucleares en paz y a cambio prohibir las semillas transgénicas!

    ¿Esto es un político aventajado e inteligente? Yo diría que no. No me imagino a De Gasperi, ni a Churchill ni a Adenauer cediendo de esta manera en temas tan serios. La gente no se entera, pero esta oposición insensata a la moderna mejora genética coloca a la agricultura europea al borde del abismo. A medida que se prohíben fitosanitarios (por razones medioambientales) estas plantas son indispensables. No se puede intoxicar a la opinión pública con mentiras, diciendo que estas plantas son tóxicas, o que invadirán la naturaleza salvaje. ¿Es que no saben botánica, ni fisiología, ni genética? En la botánica europea no existe planta alguna capaz de recibir polen de maíz transgénico; la fisiología dice que la modificación genética se degrada del todo en la digestión y desaparece; y la genética diseña cada modificación para mejorar algo y no para empeorar nada. ¿No lo saben o es que no quieren saberlo? 

    Los políticos harían bien en atender a razones y no ceder al chantaje de ciertas personas –aunque a veces disfracen su discurso arbitrario con la solemnidad de una especie de tesis doctoral para el público.

AGUSTIN MARINE.- Presidente de la Asociación General de Productores de Maíz de España (AGPME)

Compartir en redes sociales