Científicos estadounidenses han rechazado el informe dirigido por el francés Gilles-Eric Seralini publicado el miércoles en la revista Food and Chemical en el que se concluía que existían riesgos de salud por el consumo de maíz modificado genéticamente. El informe, que ya ha sido fuertemente criticado por la comunidad científica europea, ahora es rechazado también por expertos estadounidenses.

El estudio no tiene credibilidad científica”, afirma Martina Newell-McGloughlin, directora del Programa Internacional de Biotecnología de la Universidad de California. “El problema reside en el diseño experimental ya que ha sido diseñado para alcanzar unos resultados determinados”, explica.

En declaraciones recogidas por el  Consejo de Información sobre Biotecnología, Bruce M. Chassy, profesor emérito de Ciencias de los Alimentos en la Universidad de Illinois, afirma que “se trata de un evento mediático bien planificado y orquestado. El estudio fue diseñado para llegar a las conclusiones a las que se ha llegado. Se trabajó deliberadamente hasta que se consiguieron tumores grotescos. La forma en la que se realizó el estudio (…) plantea serias preocupaciones éticas sobre hasta dónde puede llegar la mala conducta científica.”

“El propósito del estudio no era aportar nuevos datos científicos, era influir negativamente en la opinión pública sobre los organismos modificados genéticamente,” añade Chassy, que ve el informe como “una burla a la ciencia. Es una pena que los medios de comunicación y las revistas estén siendo tan poco críticos con el informe.”

Newell-McGloughlin llama la atención sobre que Seralini haya catalogado este estudio como el primero que estudia los efectos del consumo de alimentos modificadas genéticamente, algo que dista mucho de la realidad. Existen numerosos estudios avalados por la comunidad científica que confirman la seguridad de estos alimentos.

Se han realizado estudios en todo el mundo con ratas y otros animales para evaluar la seguridad de su consumo y ninguno ha encontrado ningún peligro en ellos,” señala Newell-McGloughlin. En países como Estados Unidos se lleva más de 20 años consumiendo transgénicos sin que se haya detectado ningún efecto adverso.

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