En respuesta al aumento de la demanda de información sobre los alimentos, las normativas europeas han definido el contenido y la manera en que debe figurar en el etiquetado. Pero, a pesar de lo importante que es leer la etiqueta antes de decidir adquirir un producto, las encuestas de hábitos de consumo siguen demostrando que pocos tienen esta costumbre. Según la última encuesta de la Mesa de Participación en 2017, apenas 47% de los españoles leen las etiquetas de los alimentos. Por eso, el marketing alimentario apuesta más por el etiquetado frontal, simple, con mensajes cortos e imágenes para llamar la atención de los consumidores, pero este intento puede terminar por confundir y engañar a las personas.

Un ejemplo es el uso de la mención “sin gluten” que, aparentemente, ayuda a los celíacos a identificar más rápidamente los alimentos que pueden consumir, pero que puede causar mucha confusión por diversos motivos. De acuerdo con el Reglamento 1169/2011 de la Comisión Europea, todos los productos capaces de causar alergias o intolerancias deben figurar en la lista de ingredientes de manera destacada en letras legibles para favorecer a que las personas que la necesiten sepan siempre dónde encontrar esa información. En este caso, apenas son permitidas las declaraciones fuera de la lista cuando el alimento contiene los cereales que llevan gluten (trigo, avena, centeno y cebada), pero ha sufrido una modificación tecnológica y puede ser considerado “sin gluten” o con “muy bajo contenido de gluten”. También la pueden utilizar aquellos productos que no tengan lista de ingredientes.

Esta es una manera de organizar el etiquetado y favorecer la toma de decisiones por parte de los consumidores vulnerables. La Comisión Europea reconoce que, “no es posible repetir voluntariamente la información sobre alérgenos al margen de la lista de ingredientes, ni utilizar la palabra «contiene» seguida del nombre de la sustancia o de los productos que figuran en el anexo II, ni tampoco utilizar símbolos o recuadros de texto”. De este modo, las declaraciones “sin gluten” en alimentos que contienen lista de ingredientes y/o que no contiene los cereales antes mencionados no son favorables ya que pueden causar confusión entre los que realmente necesitan de esta información.

Otro problema grave es que actualmente se puede encontrar declaraciones como esta en alimentos que naturalmente no contienen gluten y eso puede hacer que las personas alérgicas o intolerantes desconfíen de los demás productos que igualmente no contienen gluten, pero que no lo destacan en el etiquetado. El mal uso de tal alegación en el etiquetado deriva de la moda de la dieta sin gluten, que no es recomendada para aquellos que no tienen enfermedades relacionadas con su consumo pero que, aun así, la industria utiliza para incrementar las ventas. Al final, todo ello contribuye a que se cree una visión distorsionada de que el gluten es malo para la salud y que los alimentos que no lo contienen son mejores.

La diferencia entre lo que está reglamentado y lo que se ve en los lineales es enorme y las consecuencias de los abusos en el etiquetado de los alimentos pueden ser graves. El caso de las menciones “Sin OMGs” es otro ejemplo de mal uso del etiquetado, ya que crea una suposición de que el producto es mejor por no llevar organismos modificados genéticamente (OMGs), lo que es científicamente falso. Además, existen normativas comunitarias que definen claramente que todos los alimentos que contengan ingredientes que sean o que deriven de OMGs deben poner esta información en el etiquetado. Eso significa que el resto de alimentos que no lo indican son libres de OMGs, pero no tienen que ponerlo por escrito en sus etiquetas.

Pasa los mismo con los aditivos. Mencionar en el etiquetado que los alimentos son “sin aditivos” o “libre de Es” hace con que el público comprenda que estos son malos para la salud, cuando en realidad todos los aditivos alimentarios son evaluados rigurosamente por las autoridades competentes y se utilizan con finalidades específicas que garantizan que podamos acceder en todo momento a productos inocuos y con las características físicas que deseamos.

Todo este escenario contribuye a construir una noción a cerca de los alimentos que no corresponde con la realidad y que distancia aún más a los consumidores de la ciencia. El movimiento de marketing “verde” que se observa en la industria alimentaria no pretende nada más que aprovechar las circunstancias del mercado para ampliar las ventas y consolidar las marcas, lo saludable es apenas una excusa.

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